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Cuestiones clave para reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos
Revisar periódicamente los alimentos de la despensa, frigorífico y congelador. Seguir el sistema FIFO para los perecederos (“Primero en entrar, primero en salir”) y el sistema LIFO para los no perecederos (“Último en entrar, primero en salir”).

Planificar el menú semanal.
Llevar la lista de la compra a la tienda.
Acudir a la tienda con mayor frecuencia y disminuir el volumen de compra.

En la tienda, no descartar productos en buenas condiciones por ser más “imperfectos” (color, calibre, tamaño, envase defectuoso…). Además, ser conscientes de que pedir que las estanterías estén siempre llenas puede dar lugar a que se tengan que tirar más alimentos, especialmente los frescos y perecederos.
Apostar por los productos de proximidad y de temporada y por los canales cortos de comercialización (compra directa al productor o con menor número de intermediarios).

Los canales cortos de comercialización reducen el número de intermediarios entre la producción y el consumidor (la Estrategia considera un máximo de un intermediario). Al acortarse la cadena de distribución, se contribuye a reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos al ser necesaria una menor manipulación de los alimentos, por disminuir el tiempo que deben mantenerse en condiciones controladas y por conservarse durante más tiempo una vez llegan a los hogares. Se trata de un modelo de comercialización en alza que debe adaptarse a las necesidades y exigencias cambiantes de nuestra sociedad, contribuyendo a un consumo responsable y respetuoso con el medio ambiente.

Conservar adecuadamente los alimentos.
Leer la información de las etiquetas y aprender a interpretarlas si es necesario.
Recordar: la fecha de caducidad indica la fecha a partir de la cual no se puede consumir un alimento, mientras que a partir de la fecha de consumo preferente puede disminuir su calidad pero sigue siendo comestible.
Ajustar las raciones a la hora de cocinar y servir.
Aprovechar las sobras con recetas de cocina imaginativas.
En el restaurante, pedir un recipiente para llevar las sobras.

Aprovechar las nuevas tecnologías: existen muchas apps para dispositivos móviles que ayudan a controlar las existencias, hacer la lista de la compra o preparar recetas con los ingredientes disponibles.
Reciclar los alimentos que no se pueden aprovechar: generación de compost.
Trucos y consejos de conservación de los alimentos.

Aprender a usar bien los distintos envases y sistemas para almacenar los alimentos te ayudará a conservarlos mejor, manteniendo por más tiempo su frescura y reduciendo el riesgo de intoxicaciones alimentarias.

¡Qué no se te olvide fijarte en la información de los envases originales!

Tuppers y botes de cristal con tapa herméticos: ideales para el almacenamiento de alimentos en la despensa, así como para guardar en la nevera líquidos sobrantes o alimentos semisólidos.

Envases de frutas y verduras: están diseñados para mantener la frescura del producto durante más tiempo, por lo que no es recomendable abrirlos hasta que vayan a ser consumidos.

Envasado al vacío: la extracción de aire de los envases favorece que los alimentos se mantengan durante más tiempo sin alterar sus características. Puedes probar con carnes, hortalizas, embutidos…

Bolsas de plástico: muy útiles para conservar los alimentos, aprovechando al máximo el espacio. También son muy adecuadas para mantener frescas las frutas y verduras, como zanahorias, pimientos y manzanas, siendo especialmente cómodas si disponen de sistema de apertura y cierre.

Film transparente: protege de la humedad y los olores. Es apto para la congelación y algunos son también aptos para el microondas.

Papel de aluminio: se recomienda que sea resistente a la congelación, y que es menos probable que se desgarre. ¡Recuerda que no se debe introducir en el microondas!

Otros consejos de interés.
Cuando llegues a casa, coloca el pescado ya limpio, lavado y sin vísceras encima de un plato o fuente con un trapo ligeramente humedecido. De esta manera evitarás su posible alteración por contacto con el oxígeno, y su contaminación bacteriana con otros alimentos.

Ciertas frutas (manzanas, plátanos, melocotones, fresas…) y verduras, como los tomates, producen etileno, sustancia natural que acelera el proceso de maduración de numerosas verduras (espinacas, coles, brócoli, judías verdes…) y algunas frutas (como kiwi verde o sandía). Por tanto, se deben almacenar separados del resto de productos salvo que se quiera favorecer su maduración.

Congelar purés o compotas de frutas, por ejemplo de manzanas, en lugar de congelarlos en su estado original, te permitirá ahorrar espacio en tu congelador y guardarlos en las porciones adecuadas.

¡Todas las verduras se pueden congelar! En su mayor parte necesitan ser “blanquedas” antes: sumérgelas en agua hirviendo durante varios minutos y después pásalas por agua fría. Sécalas bien con un paño o papel absorbente y para terminar, guárdalas en una bolsa para congelados. ¡Además, no es necesario que las descongeles antes de cocinarlas!

¿Te animas a deshidratar las verduras? Los alimentos no perderán su sabor ni su valor nutricional. Para ello necesitarás un deshidratador o simplemente usar tu horno: seca las verduras muy lentamente entre 30 y 40°C después de haber sido blanqueadas. Esta opción te permitirá disfrutar de verduras de temporada durante todo el año si las guardas en frascos en un lugar seco, fresco y oscuro.

Las hierbas aromáticas y algunas verduras como la albahaca o el apio, se pueden mantener frescas por más tiempo si se cortan las puntas y se ponen en un vaso con un poco de agua en posición vertical.
Sigue una dieta nutritiva y saludable
Conoce y anímate a seguir la Dieta Mediterránea, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, cuya base son los alimentos de origen vegetal, sin olvidar el consumo de agua y el ejercicio diario.

En la página web de la Fundación Dieta Mediterránea encontrarás una propuesta de menú semanal.

Consumo ocasional: Bollos, refrescos, aperitivos salados o chucherias.
Varias raciones por semana: Huevos, carnes, frutos secos, pescados blancos y azules, legumbres, embutidos.
A diario: Frutas, verduras, hortalizas, pan, y cereales, productos lácteos, aceite de oliva, arroz y pasta.
Bebe entre 1 y 2 litros de agua al día.
Practica algún deporte habitualmente.

Sensibilizar y concienciar a los hijos
Los niños toman como ejemplo a su familia y, por eso, es imprescindible que aprendan a valorar los alimentos que forman parte de su alimentación y las consecuencias que tiene sobre el medio ambiente que esos alimentos acaben en la basura.

Fuente: ecoinventos

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