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Estamos acostumbrados a trabajar con los NPK, nitrógeno-fósforo-potasio y de sobra conocemos los micronutrientes. Lo primero que se nos pasa por la cabeza cuando vemos una planta amarillenta es que tiene clorosis férrica. Sin embargo, muchas otras veces desconocemos que es el magnesio que el también interviene en dar verdor al cultivo. Hoy hablamos de su importancia.

Función del magnesio en la planta
Dentro de todas las formas de magnesio, la planta sólo absorbe el ión Mg2+. Esta asimilación se puede hacer tanto aportada en riego (fertirrigación) y posterior absorción radicular o en aporte foliar, a través de la penetración vía epidermis por las hojas.

Un cultivo medio realiza una extracción de magnesio que va desde 20 a 80 kg/ha. Tiene un papel fisiológico claro y clave para el desarrollo de cualquier planta. En esto que comentamos a continuación participa este elemento.

Elemento básico en la molécula de clorofila. Inverviene en el verdor de la planta. Representa el 2,7% del peso total, pero es indispensable.

Interviene en la síntesis y formación de proteínas. Carotenos y Xantofilas (formación de color en frutos) necesitan magnesio para cumplir determinados metabolismos básicos de la planta.
Reduce la transferencia de carbohidratos de las hojas y tallos a la raíz. En cultivos de raíz como patata, remolacha u otros hay que tenerlo muy en cuenta.
Aparece una gran sensibilidad a la luz. En verano, se pueden ver necrosis en las hojas por una falta de fotoregulación del cultivo.
El magnesio en la molécula de clorofila
Síntomas de deficiencia
Aunque el magnesio tiene mayor movilidad que el calcio, hay veces que bien por presencia de otros elementos antagonistas (potasio, sodio, calcio, etc.) como por la carencia propia de magnesio en el suelo, la planta pueda presentar síntomas de deficiencia.

Como el magnesio interviene en la fotosíntesis y en la molécula de clorofila, lo primero que podemos pensar es que una carencia de magnesio induce una clorosis en el cultivo.

La movilidad del magnesio es alta en la planta, por eso, al contrario que con el hierro, la carencia de magnesio suele aparecer en la parte inferior de cualquier cultivo. Es decir, en las hojas viejas.

Carencia de magnesio en cultivo de pimiento
Aunque estemos abonado correctamente con aportes continuados de magnesio, puede ser que aparezcan clorosis de magnesio en la planta. Esto se debe sobretodo a grandes aportes de potasio en fase de maduración de frutos, reduciendo la asimilación de magnesio.

A modo de ejemplo, ésta sería el orden, por facilidad de absorción, de estos cationes:

Na+ > K+ > Mg2+ > Ca2+

Viene determinado por el tamaño de los iones y por la carga eléctrica. Menor tamaño y menor carga del catión tendrá mayor facilidad de absorción

El agua de riego, una fuente de calcio y magnesio
Dependiendo de la zona donde nos encontremos, en muchas ocasiones y en función de la conductividad del agua, podremos aportar una gran cantidad de calcio y magnesio de forma gratuita.

Hay que pensar que este aporte no siempre es absorbible por la planta, ya que muchas veces viene bloqueado y guarda mucha relación con la cantidad que haya entre estos dos elementos.

Hay una regla que establece que para que haya una perfecta absorción de calcio y magnesio del agua de riego ha de tener una relación de 2 a 1 en adelante. Es decir, el doble de calcio que de magnesio. Y de ahí en adelante.

Interpretar el contenido de calcio y magnesio de un análisis de agua
Si cogemos un análisis de agua de laboratorio, podemos obtener una gran cantidad de información relevante para poder ahorrarnos dinero en la aportación de fertilizantes.

En este caso, tenemos que saber medir las unidades con las que se trabajan en estos análisis. Meq/L, ppm o mmoles/L.

Si nos vamos a un agua tipo en muchas zonas de España, con un pH de 8,5 y una conductividad de 1,2 mS/cm, podemos tener un gran aporte de calcio y magnesio, entre otros. En este ejemplo, la cantidad quedaría de la siguiente manera:

Calcio: 200 mg/L = 10 meq/L = 5 mmoles/L
Magnesio: 100 mg/L = 8,23 meq/L = 4,11 mmoles/L
Con esto, cubriríamos prácticamente las necesidades del cultivo de calcio y magnesio, por lo que no haría falta aportar estos nutrientes. Nos podemos imaginar el gran ahorro que obtendríamos con ello.

Magnesio en agua

Sin embargo, la regla comentada anteriormente nos dice que debe haber prácticamente una diferencia o ratio de 2 para que se produzca la máxima absorción de los dos nutrientes, por lo que podría ser adecuado, en la fase de cuajado y engorde de frutos, de aportar un extra de calcio (nitrato cálcico, por ejemplo).

Pongamos que el agua que tenemos es de grifo y tiene menor número de sales disueltas. Un caso con un pH prácticamente neutro (7,5) y una conductividad eléctrica de 0,45 mS/cm.

Éstos son los valores que podemos ver en el análisis de agua.

Calcio: 22 mg/L = 1,1 meq/L = 0,55 mmoles/L
Magnesio: 3 mg/L = 0,25 meq/L = 0,12 mmoles/L
En este caso, con un agua «plana», hay que aportar calcio y magnesio, de forma que completemos los estándares recomendados en fertirrigación. Hasta 10 meq/L de calcio y 4 meq/L de magnesio.

Formas de aportar magnesio a la planta
Podemos encontrar muchas formas de aporte de magnesio, ya sea en forma quelada, complejada o sin aditivos mejorantes de absorción.

Las fórmulas más conocidas (y económicas) de aporte de magnesio son el nitrato de magnesio y el sulfato de magnesio. Cada una con una riqueza distinta de este elemento.

Nitrato de magnesio: 10,5% N (nitrógeno) y 15% MgO.
Sulfato de magnesio: 16,6% MgO y 32% SO3 (azufre).
También podemos encontrar, como hemos dicho, formas queladas o magnesio complejado con ácidos orgánicos.

Formas de quelación pueden ser los heptagluconatos, quelado EDTA, ácido hexahidroxi cáprico.

Fuente: agromatica.es

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Cuando hablamos de las condiciones necesrias para un cultivo determinado nos fijamos mucho en el clima. Si soportará o no los fríos del invierno o por el contrario el calor excesivo del verano. El suelo es un factor que se deja en segundo plano y es igual o más importante que las condiciones climáticas. Cuando hablamos de suelos arcillosos, arenosos, francos… hablamos de textura del suelo.

Qué compone la textura del suelo
Así como otras variables pueden suponer conceptos algo complicados de explicar, la textura es un concepto muy sencillo. Un suelo está compuesto por partículas, cuya clasificación por tamaño se divide principalmente en tres: Arenas, limos y arcillas. Las diferentes proporciones de cada una de estas fases constituye la textura de un suelo.

Qué importancia tiene la textura del suelo
Tanto en agricultura a gran escala como en el suelo de nuestro huerto, la textura tiene implicaciones directas en multitud de procesos y eso condiciona el buen desarrollo de los cultivos.

A la hora de trabajar el suelo, la textura será la que defina la dificultad de trabajo. Suelos arcillosos y muy pesados son muy difíciles de trabajar. En un huerto lo notaremos más o menos, pero en las grandes producciones, los costes en horas de trabajo y combustible de maquinaria, se disparan si el suelo es demasiado pesado.
La fase gaseosa del suelo. El suelo, debe contener una parte importante de oxígeno retenido entre las partículas que lo componen. Suelos de partículas muy pequeñas (arcillosos), la fase gaseosa es mínima, las partículas tan pequeñas no dejan espacios entre ellas donde se pueda retener el oxígeno. Suelos más arenosos tendrán una fase gaseosa mucho mayor.
El agua del suelo. La capacidad de retención de agua también depende del tamaño de partículas del suelo y por tanto de su textura.
Fases líquida y gaseosa de un suelo

Estos tres factores enumerados, a parte de depender del tamaño de partículas, hemos de mencionar que también son consecuencia del nivel de agregados del suelo, de los cuales hablaremos en futuras entradas.

Cómo medir la textura de nuestro suelo
Para medir la textura de un suelo existen varios métodos. La gran mayoría de ellos consisten en pruebas físicas «caseras» de cohesión entre partículas para hacernos una idea aproximada sin cuantificar qué porcentaje de cada fase (arena, limo y arcilla) tiene la muestra.

En cualquier método de medición de textura del suelo se hace un tamizado previo con luz de 2 mm. Se considera que partículas de más de 2 mm son los elementos gruesos de un suelo y no se consideran en la textura.

Método de campo
Partiendo de una muestra de suelo con un previo tamizado con luz de 2 mm, se humedece con unas gotas de agua hasta formar una pasta con cierta plasticidad.

A continuación, en una superficie lisa o una mano con la otra, intenta hacer un cilindro o «churro» muy fino de unos 3 mm de diámetro:

Si no puedes conformar dicho cilindro y la muestra se deshace, claramente estamos ante un suelo arenoso.
Si consigues hacer el cilindro, intenta hacer un anillo. Si lo consigues y el tacto es suave y fino, estamos ante un suelo arcilloso.
Si haces el cilindro pero al hacer el anillo, este se rompe, estamos ante un suelo franco-arcilloso.
Si haces el cilindro y el anillo, pero este último tiene una textura no muy suave, entonces el suelo será franco.
Como se puede ver, esta es una forma rápida con una clasificación máxima de 4 clases texturales. Si queremos hacer una medición más precisa tendremos que recurrir a instrumental de laboratorio, no muy complejo, pero no es algo que se pueda hacer en campo.

La medición de las clases texturales se mide con método de Bouyoucos, basado en la ley de Stokes que podréis encontrar navegando por la web sin dificultad.

Una vez calculados los porcentajes de cada una de las tres fases de partículas, el método más extendido es de la clasificación del triángulo textural, del departamento de agricultura de los EEUU (USDA).

Es un triángulo equilátero en el que se representan en cada uno de los lados, el porcentaje de cada una de las fases (arena, limo, arcilla) con una escala de 10 en 10.

Se trazan 3 líneas perpendiculares a los 3 lados del triángulo y donde confluyan en un punto podremos establecer el tipo de suelo que tenemos en función de los porcentajes obtenidos.

Aquí os dejamos el triángulo.

Existen más métodos para determinar la textura de un suelo y en la FAO podemos encontrar algunos de ellos con ilustraciones. Aquí os dejamos el enlace de textura del suelo

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Hoy vamos a conocer las necesidades exactas que tiene un suelo independientemente de la planta que cultivemos (eso ya dependerá del abonado de mantenimiento). Imagina que tenemos un suelo al que nunca hemos abonado.

¿Cómo lo preparamos? Vamos a conocerlo.

Básicamente, de lo que nosotros estamos hablando es del abonado de fondo o la forma en la que previamente preparamos el suelo, pero también sirve para mejorar las condiciones de nuestro jardín. Imagínate que tienes que preparar un bancal profundo. Estamos echando la misma cantidad de abono orgánico (compost o estiércol) en un suelo pobre que en un suelo rico, y en principio no debería ser así. Bueno, puestos a no ser quisquillosos, total, para un huerto pequeño tampoco hay que andar tonteando, ¿no?

¿Pero y si lo hacemos a gran escala o tenemos un huerto grande? Aquí ya, cada kilogramo de abono cuenta y podemos optimizarlo enormemente con unas simples fórmulas. ¿Probamos?

Lo primero de todo, conocer cómo es nuestro suelo
Para hacerlo bien necesitamos conocer una serie de parámetros. Uno de ellos es saber qué textura tiene nuestro suelo. Lo podemos hacer a través de un análisis de suelo o bien de forma casera como ya comentamos.

A partir de esto ya podemos disponer de gran información en nuestro suelo, y conoceremos el drenaje, la forma en la que tenemos que regar y, también muy importante, la calidad del agua (siempre que podamos escoger).

abonado de fondo
La importancia del abonado de fondo
El abonado de fondo es una enmienda que realizamos 1 mes o 2 antes de plantar cualquier cultivo. Lo que buscamos es aumentar las propiedades de nuestro suelo, mejorar la textura, el drenaje, y en definitiva, hacer una cama mucho más agradable para nuestras plantas. Saber cuánto hay que añadir es sencillo.

Imagínate que sabemos (a través de un análisis de suelo) que nuestra parcela donde queremos cultivar tiene un 1,6 % de materia orgánica. Es un porcentaje bastante bajo donde periódicamente tendremos que abonar en profundidad nuestras plantas.

Algunos autores prestigiosos establecen entre un 2 y un 3% de materia orgánica como óptimo para un suelo. Hay quién pide más, pero nosotros, que tenemos una mentalidad ahorradora, consideramos que un 2 % es más que suficiente para mantener nuestro jardín. Si tienes pretensiones económicas, quizá puedas subir un poco más. 😉

Bien… empecemos con los cálculos…

DATOS PREVIOS:

Densidad del suelo: 1,74 gr/cm3
Porcentaje de materia orgánica de nuestro suelo: 1,6
Profundidad de mejora del suelo: 0,3 m
¿Qué cantidad de materia orgánica tiene actualmente nuestro suelo?
Cantidad de M.O. [2%]: 10.000 (m2) · 0,3 (m) · 1,74 (gr/cm3)· (2/100) = 104.400 [kg/ha] = 104,4 [t M.O./ha]

Pero nosotros tenemos 500 metros cuadrados de jardín, por lo que tendría que ser 5.220 kg.

Es mucha cantidad de materia orgánica, ¡y es lo que queremos! Ahora vamos a ver cuanta tiene actualmente nuestro suelo…

Cantidad de M.O. [1,6%]: 10.000 (m2) · 0,3 (m) · 1,74 (gr/cm3)· (1,6/100) = 83.520 [kg/ha] = 83,52 [t M.O./ha]

Y para la superficie de nuestro jardín: 4.176 kg

Ahora simplemente tendremos que restar la cantidad ideal con la nuestra:

Cantidad de M.O. que necesitamos: 5.220 – 4.176 = 1.044 kg

Fíjate, para mejorar enórmemente nuestro suelo tan sólo necesitamos 1.044 kg (poco más de una tonelada) de materia orgánica.

pila de estiércol
Vale… ¿Y cuánto cuesta eso?
Como siempre, tenemos que ver si es factible económicamente aportar dicha cantidad de materia orgánica. Para ello nos vamos a las bases de precios de jardinería y vemos lo que cuesta 1 metro cúbico (luego lo convertiremos a kg) de estiércol tratado.

1 metro cúbico de estiércol tratado = 27,29 €

Parece barato ¿no? Bueno, a fin de cuentas son desechos de animal… 😉

¿Cuántos kg tiene un metro cúbico?
Para saber esto necesitamos conocer la densidad del estiércol. Hay dos autores (Boussignault, Keyser) que coinciden en que la media de densidad del estiércol es de 400-500 kg/metro cúbico. Nosotros, que buscamos el término medio, lo vamos a dejar en 450 kg. Ahora ya sabemos que 450 kg de estiércol tratado vale 27,29 €.

Como nosotros necesitábamos 1.044 kg, dicha cantidad de estiércol tratado nos costará 63 €.

¡Tan sólo 63 € te separan de una gran mejora de tu suelo!

Esto ha sido un ejemplo claro que fácilmente puedes adaptar a tus condiciones de trabajo. Lo único difícil de conseguir es conocer el porcentaje actual de materia orgánica de tu suelo. Sabiéndolo el resto es fácil. Sólo la superficie de suelo, la profundidad a la que querrías mejorarlo y la densidad, y ¡listo!

Si quieres, puedes ir empezando a generar dicha cantidad de forma totalmente casera.

Fuente: aromatica.es

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Tener un suelo o muy básico o muy ácido en nuestro jardín es un grave problema. Si no lo corregimos veremos secarse la mayoría de las plantas sin razón alguna (o sí) y tendremos quebraderos de cabeza donde al final nos tendremos que ajustar a la gama de plantas que sí soporten los valores de pH del suelo.

¿Se puede corregir? Vamos a verlo.

Guía para corregir el pH del suelo en el huerto, ácido o básico
Un suelo básico o alcalino tiene el pH elevado. Recordemos que mayor de 7 en el valor de pH se consideraría suelo básico.

Esta estructura de pH elevado (por encima de 8,5) otorga al suelo una baja capacidad de infiltración, una estructura pobre y una lenta permeabilidad, que se resumirá en suelos encharcados.

En este tipo de terrenos se suelen presentar las siguientes deficiencias:

Hierro
Zinc
Cobre
Manganeso
Características del suelo ácido
Un suelo ácido será aquel cuyo pH presente valores inferiores a 7. Cuando la naturaleza de nuestro terreno es ácida se pueden presentar las siguientes deficiencias minerales:

Fósforo
Calcio
Magnesio
Molibdeno
Boro
¿Cómo podemos corregir el pH del suelo?
La capacidad tampón del suelo es impresionante. Esto quiere decir que se necesitan cantidades ingentes de compuestos minerales para corregir un poco el valor. Esto se reduce a costes económicos importantes, dependiendo de la superficie de nuestro jardín. Sólo se recomienda realizar estas actuaciones cuando se tienen valores de pH del suelo insostenibles, muy básicos o muy ácidos, donde se dificulta enormemente el desarrollo de las plantas.

Corregir la acidez del suelo
Podemos utilizar 2 elementos para realizar una corrección de pH. Por un lado, estaría la cal viva y por otro, la caliza. Según el producto se utilizan distintas cantidades por lo que vamos a ponerlo de forma separada.

Kg/ha cal viva para corregir el pH
Suelo arcilloso: 2000 kg/ha (ph 4,5 a 5,5) y 2.400 kg/ha (pH 5,5 a 6,5)
Suelo limoso: 1.600 kg/ha (pH 4,5 a 5,5) y 2.100 kg/ha (pH 5,5 a 6,5)
Suelo franco: 1.100 kg/ha (pH 4,5 a 5,5) y 1.700 kg/ha (pH 5,5 a 6,5)
Suelo arenoso: 850 kg/ha (pH 4,5 a 5,5) y 1.250 kg/ha (pH 5,5 a 6,5)
Kg/ha de caliza para corregir el pH
Suelo arcilloso: 3.500 kg/ha (ph 4,5 a 5,5) y 4.250 kg/ha (pH 5,5 a 6,5)
Suelo limoso: 2.750 kg/ha (pH 4,5 a 5,5) y 3.750 kg/ha (pH 5,5 a 6,5)
Suelo franco: 2.000 kg/ha (pH 4,5 a 5,5) y 3.000 kg/ha (pH 5,5 a 6,5)
Suelo arenoso: 1.500 kg/ha (pH 4,5 a 5,5) y 2.250 kg/ha (pH 5,5 a 6,5)
Estos valores son el resultado de elevar el pH a los valores aportados, para una profundidad de suelo de 15 cm y en una hectárea de cultivo. Se recomienda no subir por encima de 6,5 y hacerlo escalonádamente:

Si se cultiva patata, el valor más aconsejable es un pH de 6.
Si el suelo es pobre, se recomienda subir de 0,5 en 0,5.
Si el suelo es fértil, es posible aumentar este valor hasta 7 y llevarlo a la neutralidad.
Para realizar estas aplicaciones tendremos que aprovechar que el suelo no tenga cultivos. En general, hay dos épocas bien definidas: otoño y primavera.

En el caso de que se decida añadir cal a la tierra en primavera se deberá dejar un margen de 1 mes como mínimo entre la cal y la siembra de los cultivos.

Cambiar el pH del suelo en jardín
Claves para corregir un suelo alcalino
Veamos los elementos acidificantes así como las cantidades a añadir en nuestro terreno:

Uso de azufre
Cuando añadimos azufre al suelo, éste se oxida de forma lenta a ácido sulfúrico. Se suele utilizar mucho debido a su reducido precio.

Cantidades de 0,5-1 kg de azufre por metro cuadrado consigue reducir el pH, que se irá midiendo con medidores de pH hasta obtener el valor deseado.

Su efecto es lento, así que cada medio año iremos comprobando la acidez del suelo para comprobar si tenemos que añadir azufre de nuevo.

Sulfato de hierro
Este compuesto consigue acidificar el suelo de forma más rápida que el azufre. Se aplica mediante agua de riego y en cantidades de 2-4 gramos de sulfato de hierro por litro de agua.

La dosis concreta para bajar el pH 1 grado es de 4 gramos por L de agua, aunque lo recomendable es aplicarlo en cantidades regulables, para bajar poco a poco el pH del suelo.

Materia orgánica ácida
La materia orgánica es rica en componentes que acidifican el suelo. En el caso de la tierra rubia, por ejemplo, tiene un pH de 3,5 (muy ácido).

Normalmente por el precio se usa estiércol común, en cantidades de 10.000-30.000 kg/ha. Cantidades muy grandes pero que también aportarán nutrientes a tus cultivos.

Fuente: ecoinventos.com

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El suelo está compuesto por minerales, materia orgánica, diminutos organismos vegetales y animales, aire y agua. Es una capa delgada que se ha formado muy lentamente, a través de los siglos, con la desintegración de las rocas superficiales por la acción del agua, los cambios de temperatura y el viento.

el suelo

Los plantas y animales que crecen y mueren dentro y sobre el suelo son descompuestos por los microorganismos, transformados en materia orgánica y mezclados con el suelo.

Los minerales provienen de la roca madre, que se deshace lentamente. También pueden ser aportados por el viento y el agua, que los arrastran desde otras zonas erosionadas.

La materia orgánica es el producto de la descomposición de vegetales y animales muertos. Puede almacenar gran cantidad de agua y es rica en minerales.

Los microorganismos o pequeños organismos son de dos tipos: los que despedazan la materia orgánica (insectos y lombrices) y los que la descomponen liberando los nutrientes (hongos, bacterias). Viven dentro del suelo y, además de intervenir para que la materia orgánica sea nuevamente utilizada por las plantas, ayudan a pulverizar las rocas. Lombrices e insectos forman poros que permiten la aireación, el almacenaje del agua y el crecimiento de las raíces.

La importancia del agua y el aire en el suelo
Agua y aire ocupan los poros, espacios entre las partículas de suelo que se producen por las irregularidades de su forma y tamaño. La distribución y tamaño de los poros es importante. Una excesiva cantidad de poros pequeños origina suelos compactos, pesados, húmedos y un pobre crecimiento de las raíces. Demasiados poros grandes forman suelos sueltos que se secan rápidamente. Cuando más pequeño es el poro, más difícil es para la planta absorber agua de él.

Los organismos del suelo y las plantas necesitan agua para vivir. Las plantas la utilizan para mantener sus tejidos, transportar nutrientes y realizar la respiración y nutrición. El agua del suelo es absorbida por las raíces y utilizada en el proceso de fotosíntesis. La disolución de minerales y materia orgánica en el agua facilita que sean captados por las plantas.

Cuando el agua del suelo escasea, se detiene el crecimiento de las plantas, que llegan a marchitarse y morir. Un exceso de agua desplaza el aire del suelo. Este es importante porque aporta oxígeno para la respiración de las raíces. Además es la fuente del nitrógeno que transforman las bacterias, haciéndolo aprovechable por las plantas.

Formas de vida
En el suelo se multiplican miles de formas de vida, la mayoría invisibles para nuestros ojos. Una hectárea de tierra fértil puede contener más de 300 millones de pequeños invertebrados: insectos, arañas, lombrices y otros animales diminutos.

La tierra que cabe en una cuchara puede encerrar un millón de bacterias, además de cientos de miles de células de levaduras y pequeños hongos.

Todos las sustancias que forman el suelo son importantes por sí mismas, pero lo fundamental es el equilibrio adecuado entre los diferentes constituyentes.

La materia orgánica y los microorganismos aportan y liberan los nutrientes y unen las partículas minerales entre sí. De esta manera, crean las condiciones para que las plantas respiren, absorban agua y nutrientes y desarrollen sus raíces.

Lombrices, bacterias y hongos también producen humus, que es una forma estable de materia orgánica. El humus retiene agua y nutrientes y ayuda a prevenir la erosión.

el suelo

En resumen, el manejo sostenible del suelo debe estimular la actividad de los microorganismos, manteniendo o aportando una cantidad adecuada de materia orgánica.

¿Cómo se forma el suelo?
La formación del suelo es un proceso muy lento: se precisan cientos de años para que el suelo alcance el espesor mínimo necesario para la mayoría de los cultivos.

Al principio, los cambios de temperatura y el agua comienzan a romper las rocas: el calor del sol las agrieta, el agua se filtra entre las grietas y con el frío de la noche se congela. Sabemos que el hielo ocupa más lugar que el agua, y esto hace que las rocas reciban más presión y se quiebren. Poco a poco se pulverizan y son arrastradas por las lluvias y el viento. Cuando la superficie es en pendiente, este sedimento se deposita en las zonas bajas.

Luego aparecen las pequeñas plantas y musgos que crecen metiendo sus raíces entre las grietas. Cuando mueren y se pudren incorporan al suelo materia orgánica que es algo ácida y ayuda a corroer las piedras.

Se multiplican los pequeños organismos (lombrices, insectos, hongos, bacterias) que despedazan y transforman la vegetación y los animales que mueren, recuperando minerales que enriquecen el suelo. Este suelo, así enriquecido, tiene mejor estructura y mayor porosidad. Permite que crezcan plantas más grandes, que producen sombra y dan protección y alimento a una variedad mayor aún de plantas y animales.

¿Cuáles son sus características?
Las características de cada suelo dependen de varios factores. Los más importantes son el tipo de roca que los originó, su antigüedad, el relieve, el clima, la vegetación y los animales que viven en él, además de las modificaciones causadas por la actividad humana.

El tamaño de las partículas minerales que forman el suelo determina sus propiedades físicas: textura, estructura, capacidad de drenaje del agua, aireación.

Los gránulos son más grandes en los suelos arenosos. Estos son sueltos y se trabajan con facilidad, pero los surcos se desmoronan y el agua se infiltra rápidamente. Tienen pocas reservas de nutrientes aprovechables por las plantas.

Los suelos limosos tienen gránulos de tamaño intermedio, son pesados y con pocos nutrientes.

Los suelos arcillosos están formados por partículas muy pequeñas. Son pesados, no drenan ni se desecan fácilmente y contienen buenas reserva de nutrientes. Al secarse se endurecen y forman terrones. Son fértiles, pero difíciles de trabajar cuando están muy secos.
Los suelos francos
Los suelos francos son mezclas de arena, limo y arcilla. Son fértiles y al secarse forman pequeños terrones que se deshacen. Un suelo con una composición equilibrada de cada mineral es un suelo agrícola fácil de trabajar y con buenas reservas de nutrientes. Mantiene la humedad a pesar de drenar libremente.

Cuando los poros entre las partículas de suelo son muy pequeños, se favorece la retención de agua y el encharcamiento. La presencia de materia orgánica permite que el agua se impregne e infiltre lentamente, logrando así que las raíces la aprovechen mejor. A su vez, la presencia de materia orgánica permite limitar la pérdida de nutrientes y facilita que sean captados por las plantas.

el suelo

Los suelos no tienen una estructura uniforme: están constituidos por capas que se diferencian por el tamaño y composición de las partículas. La capa superficial es más compacta, se seca con rapidez y está poblada por pocos organismos, especialmente lombrices. Por debajo de ella, está el humus, donde se acumulan microorganismos y nutrientes.

Las propiedades químicas del suelo dependen de la proporción de los distintos minerales y sustancias orgánicas que lo componen. El contenido de nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio debe ser abundante y equilibrado. La materia orgánica siempre contiene carbono, oxígeno e hidrógeno, además de otros elementos. Al despedazar y descomponer las plantas y animales muertos, los microorganismos liberan los nutrientes permitiendo que puedan ser utilizados nuevamente.

Las propiedades físicas y químicas del suelo, unidas a los factores climáticos, determinan los vegetales y animales que pueden desarrollarse y la forma en que se debe cultivar la tierra.

La fertilidad en el suelo
Sabemos que para crecer las plantas precisan agua y determinados minerales. Los absorben del suelo por medio de sus raíces. Un suelo es fértil cuando tiene los nutrientes necesarios, es decir, las sustancias indispensables para que las plantas se desarrollen bien.

Las plantas consiguen del aire y del agua algunos elementos que necesitan, como el carbono, el hidrógeno y el oxígeno. Otros nutrientes esenciales están en el suelo: aquellos que los vegetales requieren en grandes cantidades se llaman nutrientes principales.

Son el nitrógeno, el fósforo, el potasio, el calcio y el magnesio. Proceden de las rocas que dieron origen al suelo y de la materia orgánica descompuesta por los microorganismos. Los nutrientes deben estar siempre presentes en las cantidades y proporciones adecuadas.

Un suelo es fértil cuando:
Su consistencia y profundidad permiten un buen desarrollo y fijación de las raíces.

Contiene los nutrientes que la vegetación necesita.

Es capaz de absorber y retener el agua, conservándola disponible para que las plantas la utilicen.

Está suficientemente aireado.

No contiene sustancias tóxicas.

Los suelos naturalmente cubiertos de vegetación conservan su fertilidad. Un ejemplo es el bosque: las raíces de los árboles sujetan la tierra, el follaje de las copas suaviza el impacto de la lluvia y la fuerza del viento. Las hojas secas que caen (hojarasca), junto con los animales muertos y sus excrementos, se pudren y son descompuestas por los microorganismos, formando humus.

El humus es un abono orgánico que enriquece el suelo, aumenta la porosidad superficial, absorbe el agua lentamente y la retiene. Así, el suelo permanece húmedo por más tiempo, el agua no se escurre por su superficie y no se produce arrastre de tierra.

La sombra de los árboles permite el desarrollo de otras especies vegetales que no pueden crecer a pleno sol, como los helechos, orquídeas, musgos y líquenes. Diversos insectos y pájaros se alimentan de sus frutos y ayudan a la multiplicación de las plantas colaborando en la polinización de las flores y en la diseminación de las semillas.

el suelo

Cubiertas vegetales
También protegen el suelo las praderas de pastos bajos y tupidos: las gotas de lluvia y los vientos llegan al suelo a través de las hojas que atenúan su impacto y la tierra se mantiene entre sus raíces entrelazadas. El suelo es rico en humus debido al constante aporte de materia orgánica.

Los terrenos cultivados gastan lentamente sus nutrientes y están más expuestos a la pérdida de suelo. El suelo arado opone menos resistencia a ser arrastrado por el agua y el viento. La erosión se intensifica en terrenos en pendiente y no protegidos por cortinas rompevientos y setos vivos, formados por árboles y arbustos.

Además, el producto de la cosecha se usa como alimento o como materia prima para algunas industrias y no regresa al suelo para enriquecerlo. Si no actuamos para reponer la fertilidad perdida, después de varios años de cultivo continuo la tierra se agota. Por eso debemos cuidar el suelo que cultivamos, incorporando abono y materia orgánica.

Si queremos sostener nuestro productividad, base de nuestro desarrollo, debemos proteger el suelo. Su degradación tiene numerosas causas, pero las que agotan rápidamente la tierra son la erosión, la contaminación, la sobreexplotación de los pastos y la destrucción de los bosques.

La erosión en el suelo
El suelo que utilizamos para la agricultura es una capa delgada que descansa sobre una base de rocas. Esta capa necesitó muchos siglos para formarse, pero puede ser destruida en pocos años si no se la usa con cuidado. Los suelos que se originan a partir de la roca madre crecen un centímetro en un período que puede durar varios cientos de años. Sin embargo, los terrenos pueden degradarse con rapidez, volviéndose estériles.

Además, sólo el 12% de la superficie de la tierra es fácilmente cultivable. Son más abundantes las zonas difíciles de trabajar. Los obstáculos posibles son varios: sequía por falta de lluvia, temperaturas muy bajas, suelos no fértiles por carencia de nutrientes minerales o por contener exceso de sal, terrenos siempre cubiertos de nieve o hielo o con pendiente muy acentuada.

Varios peligros amenazan el suelo: la pérdida de fertilidad, la contaminación y la desaparición del suelo mismo debido a la erosión. Muchas veces la pérdida de fertilidad o la contaminación acaban con la vegetación y el suelo desprotegido se erosiona rápidamente. Así, estos efectos se producen en la misma zona, uno después de otro.

La pérdida de fertilidad en el suelo
La pérdida de fertilidad y la contaminación se deben a cambios en la composición del suelo. Sabemos que para crecer la vegetación necesita nutrientes de los que se alimenta. Y que existen sustancias que son tóxicas para las plantas, que actúan como verdaderos venenos.

Las plantas absorben por las raíces determinados elementos, imprescindibles para su desarrollo, especialmente nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio y calcio. Estos minerales se reducen con los cultivos. Si no son reemplazados con el agregado de abono y materia orgánica, la fertilidad del suelo disminuye hasta agotarse.

La contaminación es otra forma de deterioro del suelo debida a sustancias químicas dañinas para la vegetación, los animales o para la salud humana. Puede estar causada por el agua de riego contaminada por letrinas y pozos negros o por desechos mineros o industriales. También contaminan ciertos insecticidas y herbicidas, que destruyen especies no nocivas e incluso perjudican la salud de las personas.

Más sobre la erosión del suelo
Se llama erosión al desgaste, arrastre y pérdida de partículas de suelo. Se produce por acción del agua y del viento sobre zonas no protegidas:

Las gotas de lluvia caen con fuerza sobre el suelo deshaciendo progresivamente su estructura. El agua, al escurrirse, quita partículas y nutrientes al suelo y los transporta a las zonas bajas. Los arroyos y ríos arrancan la tierra de las riberas. El material arrastrado se sedimenta y rellena cauces y embalses, aumentando la probabilidad de inundaciones.

El viento también arrastra partículas de tierra fértil, especialmente cuando está recién removida o en los períodos de sequía, produciendo en algunos lugares verdaderas tormentas de polvo.

el suelo

El suelo se mantiene debido a la capa de vegetación que lo cubre. Las hojas atenúan el impacto de la lluvia, del calor del sol y de los vientos fuertes sobre el suelo y las raíces ayudan a sostenerlo. El follaje que cae forma una capa de protección, y contribuye a la formación del humus.

Al disminuir la vegetación, disminuye el aporte de materia orgánica y la densidad de las raíces que ayudan a sujetar el suelo. Desciende la actividad de los microorganismos y el suelo pierde fertilidad. Asimismo, pierde porosidad y estructura, haciéndose más erosionable.

En resumen, cuando el suelo se empobrece y se reduce la vegetación que crece en él y ayuda a fijarlo, aumenta la erosión causada por la lluvia y el viento.

Otras causas que aceleran la erosión son la destrucción de los bosques, la labranza inapropiada y el pisoteo excesivo del ganado sobre un suelo limitado (sobrepastoreo).

La capa fértil
El arrastre de la capa fértil es mayor con las lluvias intensas y en las laderas no protegidas. El agua no alcanza a infiltrarse y fluye por la superficie cargada de partículas de tierra. Luego se concentra en chorros que cavan surcos de pocos centímetros de profundidad, en los que el líquido corre a mayor velocidad. En esta etapa la erosión ya causa graves daños, pero puede ser detenida con barreras de piedras, cultivando en andenes perpendiculares a la pendiente, sembrando pastos que cubran el suelo y construyendo zanjas de escurrimiento.

Si no se toman medidas adecuadas, los regueros se unen, aumenta su caudal y cavan barrancos que se desmoronan.

La tierra es arrastrada y se forman socavones o cárcavas. La situación es muy grave y no sólo hay que detener el agua en la parte superior, sino que es necesario proteger el suelo que todavía queda en los bordes del barranco, sembrando hierbas, arbustos y árboles para que sujeten el terreno con sus raíces.

Cuando la erosión avanza, el terreno queda surcado por cárcavas y desaparece la capa fértil. En las zonas bajas aumentan las inundaciones. La tierra transportada es lavada de sus nutrientes y mezclada con pequeñas piedras. Este sedimento recubre con una capa estéril las tierras de los valles, perjudicando los cultivos.

¿Qué debemos hacer para conservar el suelo y mantener su fertilidad?
La cantidad de tierra que disponemos para cultivar es escasa y debe ser usada cuidadosamente y aplicando medidas de conservación apropiadas.

Un adecuado manejo del suelo ayuda a mantenerlo, restaurarlo y a mejorar su calidad. Para asegurarnos buenas cosechas durante muchos años, es importante que sepamos qué es y cómo se produce la erosión. Además, debemos conocer y utilizar técnicas de cultivo que eviten la pérdida de suelo y conserven su fertilidad.

Los métodos usados para prevenir la erosión ayudan a sujetar el suelo, reduciendo el impacto del agua y del viento para evitar que lo arrastre. La pérdida de la fertilidad se combate reponiendo en el suelo los nutrientes y la materia orgánica que los cultivos y la misma erosión se llevan.

La pérdida de suelo es más intensa en zonas en pendiente porque en ellas el agua corre con más fuerza.
Para impedir que el agua y el viento se lleven partículas de tierra, podemos usar algunas técnicas que son muy eficaces a pesar de su sencillez. Se trata de prácticas para conservar el suelo y el agua.

Cuando cultivamos suelos de laderas, hay que realizar las operaciones de cultivo en sentido perpendicular a la pendiente o en curvas de nivel. De esta manera, cada surco actúa como una barrera que frena el movimiento del agua. Al disminuir la escorrentía superficial, la capa fértil no es arrastrada. Además, lograremos un mayor aprovechamiento del agua que aumenta su penetración al correr más lentamente.

La cobertura vegetal (pastos tupidos, residuos de cosecha), además de enriquecer el suelo, ayuda a protegerlo contra la erosión, especialmente en la época de lluvias. En la época de sequía, evita que el suelo se reseque, al disminuir la pérdida de agua por evaporación. Es posible sembrar cultivos de cobertura entre un ciclo agrícola y otro.

Asimismo, la utilización del rastrojo como cobertura ayuda a controlar las malezas y aumenta la materia orgánica y la fertilidad.

El viento y la lluvia
Para defender al suelo de la erosión provocada por el viento y la lluvia es necesario usar barreras. Pueden ser barreras vivas, formadas por franjas de árboles y arbustos de hojas perennes y crecimiento denso, transversales a la dirección del viento y a la pendiente del terreno.

También es útil construir barreras hechas con piedras para evitar que el agua se escurra rápidamente y arrastre partículas de suelo. La tierra retenida se acumula y es excelente para agregarla a los cultivos.

Las zanjas y acequias permiten capturar el agua de escorrentía, que puede ser acumulada allí (surcos de infiltración), o puede ser llevada fuera del terreno (zanjas de drenaje y canales de desviación) hacia tanques para almacenarla.

Las terrazas
Las terrazas o andenes: hay terrenos de pendiente muy acentuada, y en ellos la construcción de terrazas ayuda a que el agua se absorba, evitando que arrastre el suelo y lo erosione. Además se obtienen superficies planas y más profundas, lo que permite sembrar diversos cultivos. Pueden construirse pequeñas terrazas individuales y circulares, en las que se planta, generalmente, un frutal.

La labranza mínima limita la roturación del suelo a los surcos donde se va a sembrar. El resto del terreno queda sin tocar. Este tipo de labranza permite mantener la estructura del suelo, disminuyendo el arrastre ocasionado por la lluvia y el viento.

El control de cárcavas: las cárcavas son zanjas causadas por el agua, que socava el suelo y se lo lleva. Dificultan la agricultura y tienden a agrandarse, aumentando la erosión y los desmoronamientos de tierra. Para controlarlas, hay que detener el flujo de agua que las forma.

Después hay que intentar su recuperación, construyendo muros de piedras dentro de la cárcava para que se acumule tierra. También se pueden sembrar barreras vivas, por ejemplo, pastos. Para fijar sus bordes, se plantan árboles.

Es importante evitar el sobrepastoreo. Cuando se concentra el ganado, el pisoteo constante compacta el suelo. Al alimentarse selectivamente de los pastos que prefieren, estos desaparecen poco a poco.

el suelo

Conservación de la fertilidad
La conservación de la fertilidad se consigue reponiendo en el suelo los nutrientes y la materia orgánica que los cultivos y la erosión se llevan.

Prácticas que ayudan a conservar la fertilidad son la rotación de cultivos y los cultivos asociados.Rotar los cultivos es sembrar diferentes cultivos en un mismo terreno, durante años sucesivos. Cada especie utiliza con mayor intensidad nutrientes diversos y sus raíces llegan a distinta profundidad. Así, mientras un cultivo utiliza ciertos nutrientes, se están regenerando los nutrientes que tomó la cosecha anterior. Esta rotación ayuda también a disminuir las plagas, ya que al año siguiente no encuentran los vegetales que atacan específicamente.

La asociación de cultivos es la siembra de diferentes especies vegetales en un mismo año.Cada cultivo absorbe los nutrientes que necesita sin competir con los otros.

El maíz sirve de apoyo para que trepe el frijol.

La calabaza da sombra al suelo, conserva la humedad y evita que crezcan las hierbas.Si se siembra maíz, frijol y calabaza:

El frijol, que es una leguminosa, fija el nitrógeno, enriqueciendo el suelo.

La importancia de la materia orgánica
Reposición de materia orgánica. Esta reposición puede ser natural, cuando se deja descansar el suelo y se espera que crezca nuevamente la vegetación. Pero también es posible enriquecerlo usando composte, agregando estiércol de los animales o enterrando los restos de las cosechas. Otra posibilidad es usar abonos verdes, como el chocho o tarwi, cultivos que no se recogerán porque sirven para nutrir los suelos. Se entierran en la época de floración, que es cuando acumulan la mayor cantidad de nutrientes.

La materia orgánica del suelo no sólo lo enriquece de nutrientes, también lo hacen más esponjoso, lo que permite que retenga la humedad y esté mejor aireado.

Plantación de leguminosas: algunas plantas como el frijol, el garbanzo, las habas, la alfalfa, el trébol, la soya y las acacias tienen en sus raíces nódulos con bacterias que toman el nitrógeno del aire y lo fijan en el suelo. De esta manera, el nitrógeno es utilizado como nutriente por otras especies.

Los fertilizantes minerales pueden ser usados pero siempre con moderación y precaución al aplicarlos. Es necesario conocer previamente qué mineral falta en el suelo y agregarlo en las proporciones necesarias para las plantas que deseamos cultivar. Si se usan en exceso pueden dañar los cultivos y matar a los microorganismos del suelo.Debemos recordar que son compuestos químicos que tienen los nutrientes necesarios para las plantas, pero no mejoran la calidad del suelo porque no contienen materia orgánica, como los abonos verdes, el composte y el estiércol.

Otras soluciones
Cuando la erosión es muy avanzada es necesario encontrar soluciones que abarquen la cuenca en su totalidad. El agua debe ser detenida en las zonas donde cae, porque la pendiente contribuye a que aumente su fuerza y velocidad y destruya las obras de protección.

Fuente: fao.org

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El manganeso (Mn) es un importante micronutriente para las plantas y requerido en mayor cantidad. Al igual que sucede con cualquier otro elemento, su deficiencia o su toxicidad pueden representar una limitante para el desarrollo de las plantas.

manganeso Generalidades sobre el manganeso
El manganeso contribuye al funcionamiento de varios procesos biológicos incluyendo la fotosíntesis, la respiración y la asimilación de nitrógeno. También interviene en la germinación del polen, el crecimiento del tubo polínico, el alargamiento celular en la raíz y la resistencia a patógenos de la misma.

Es esencial en la síntesis de proteínas, ya que participa en la asimilación del amonio (NH4+). Regula el metabolismo de los ácidos grasos. Fomenta la formación de raíces. Activa el crecimiento, influyendo el crecimiento alargador de las células. Convierte los nitratos que forman las raíces en formas que la planta pueda utilizar.

El manganeso también interviene de forma específica en la actividad hidroxilamina reductasa, dentro de la fase de la reducción de los nitratos y en actividad ácido indol acético oxidasa.

La deficiencia de manganeso en los cultivos se manifiesta mayormente en una clorosis en las hojas ya que el manganeso juega un papel importante en la fotosíntesis y por ende puede influir en la clorofila que es la cromoproteína que le da el color verde a las plantas.

El hierro
El manganeso y el hierro están vinculados por lo que los síntomas de deficiencias suelen confundirse, sin embargo, a diferencia principal consiste en que, en el caso del manganeso, aparecen áreas bronceadas entre las venas; y en el del hierro, las hojas se vuelven casi blancas.

Cuando los suelos tienen un pH muy alto o el suelo es muy arenoso puede presentarse una deficiencia del manganeso ¿Cómo se puede contrarrestar dicha deficiencia? Aplicando por ejemplo un quelato de Manganeso EDTA eficaz y estable, micro gránulo de alta solubilidad, con estabilidad de pH de 4 a 9 y un alto grado de quelación.

El manganeso (Mn) es un importante micronutriente para las plantas y, después del hierro, es el que las plantas requieren en mayor cantidad. Al igual que sucede con cualquier otro elemento, su deficiencia o su toxicidad pueden representar una limitante para el desarrollo de las plantas. En varias formas se asemeja al hierro, por lo que su deficiencia o su toxicidad suelen ser confundidas con las de éste.

manganeso
Función

Respecto a las plantas, es uno de los elementos que más contribuyen al funcionamiento de varios procesos biológicos incluyendo la fotosíntesis, la respiración y la asimilación de nitrógeno. También interviene en la germinación del polen, el crecimiento del tubo polínico, el alargamiento celular en la raíz y la resistencia a patógenos de la misma.

Deficiencia
Los síntomas de deficiencia de manganeso, que a menudo se asemejan a los de la deficiencia de hierro, son: clorosis intervenal (hojas amarillas con venas verdes) en las hojas jóvenes y, en ocasiones, manchas bronceadas hundidas en las áreas cloróticas intervenales.

También el crecimiento de las plantas puede verse disminuido y retrasado. La deficiencia de manganeso puede surgir cuando el pH del sustrato de cultivo es superior a 6,5, pues dicho elemento es fijado y pierde disponibilidad para su absorción.

Asimismo, la deficiencia puede presentarse debido a bajos índices de aplicación de fertilizante, al empleo de fertilizantes para usos múltiples (cuyo contenido de micronutrientes normalmente es menor), a la lixiviación excesiva o a demasiadas aplicaciones de quelato de hierro.

Toxicidad

La toxicidad del manganeso comienza con la quemadura de las puntas y los bordes de las hojas más viejas; o bien con la aparición de manchas de color rojizo a castaño en ellas. Cuando la toxicidad es severa, las manchas pueden aumentar en número y en tamaño formando parches en esas mismas hojas.

Con niveles de pH por debajo de 5,5, el manganeso se vuelve altamente soluble y es probable que las plantas muestren síntomas de toxicidad.

Esto ocurre particularmente con el geranio zonal, la caléndula, el lisianthus y la impatiens de Nueva Guinea. La toxicidad del manganeso ocurre cuando el índice de aplicación de fertilizante es excesivo.

manganeso

Similitudes con el hierro
El manganeso y el hierro están íntimamente vinculados. El manganeso compite con el hierro y, en menor grado, con el zinc, el cobre, el magnesio y el calcio para ser absorbido por la planta. Para obtener mejores resultados, mantenga el índice; tanto del manganeso como del hierro en 1:2 y realice pruebas en el sustrato de cultivo para comprobar que el pH; así como los niveles de todos los nutrientes, se encuentre dentro del rango de lo normal.

El manganeso y el hierro muestran síntomas similares en cuanto a deficiencia y toxicidad. Respecto de ambos minerales, la deficiencia se manifiesta como clorosis intervenal de las hojas jóvenes.

La diferencia principal consiste en que, en el caso del manganeso, aparecen áreas bronceadas entre las venas; y en el del hierro, las hojas se vuelven casi blancas. En cuanto a la toxicidad, provenga ésta del hierro o del manganeso, sus síntomas son idénticos, por lo que es difícil distinguirlos.

Es imposible hacer conjeturas e implementar medidas correctivas sin pruebas de laboratorio que confirmen una deficiencia de manganeso. Ante la sospecha de algún problema relativo al manganeso (o al hierro); lo más prudente será analizar tanto el sustrato como el tejido de las plantas -normales y anormales-; así como la solución nutritiva que se esté aplicando. Esta es la única forma de comprobar la presencia de toxicidad o deficiencia de manganeso.

Dónde encontrar manganeso

En la mayor parte de los sustratos de cultivo que se encuentran en el Mercado se incluye un paquete de nutrientes iniciadores que contiene manganeso y otros micronutrientes esenciales; sin embargo, sólo cubrirá los requerimientos del cultivo durante una semana, aproximadamente.

Una alimentación constante con fertilizantes completos solubles en agua es la mejor manera de asegurarse de que todos los micronutrientes esenciales; comprendido el manganeso, serán recibidos en la proporción correcta. Analice su agua antes de la temporada de producción y pida la opinión del fabricante de fertilizantes acerca de los productos necesarios para realzar su calidad.

Algunas fuentes de este líquido contienen manganeso, aunque rara vez el suficiente para satisfacer las necesidades de un cultivo.

Fuente: tradecorp.com y pthorticulture.com

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En este artículo vamos a tratar de informar acerca de los componentes minerales que deben formar parte de la nutrición de los frutales, y partir de esto, intentar conocer las carencias nutricionales a partir de una inspección visual.

Condiciones esenciales para la nutrición de los frutales. Deficiencias minerales en los frutales

En las plantas podemos encontrar más de 100 elementos, pero sólo se consideran esenciales algunos de ellos. Estos minerales se clasifican de la siguiente manera.

Macroelementos: 99% (C: 40-50 %, O: 42-44%, H:6-7 %)

Primarios: N, P, K.

Macroelementos secundarios: Ca, Mg, S

Microelementos esenciales: Fe, Mn, B, Zn, Cu, Mo, Cl.

Funciones de los elementos nutritivos

Importancia del boro en la nutrición de los frutales

 

Este elemento participa en el desarrollo del tubo polínico y de las flores.

En los frutales la deficiencia es excepcional, y puede deberse al alto contenido de su antagonista, Ca.

Importancia del calcio

El calcio es abundante en las hojas y aumenta con la edad. También está presente en la corteza. Es una carencia que se presenta únicamente en suelos muy ácidos, por lo que la solución correspondiente es reducir esa acidez con encalados (CaO o cal viva, cal apagada, yeso, etc.).

Importancia del magnesio

Es un componente importante de la clorofila y en el abonado de frutales, y se encuentra en órganos en desarrollo como las yemas florales en formación. Contribuye en la formación de proteínas y posee gran movilidad en la planta.

Importancia del zinc

Se le asocia a la síntesis del ácido indolacético (AIA). La carencia de este elemento se soluciona con aplicaciones de sulfato de zinc en riego y en aplicaciones foliares.

Importancia del cobre

Su papel se considera semejante al del elemento anterior ZINC.

Importancia del azufre nutrición de los frutales

La carencia de azufre suele ser muy rara, ya que al realizar el abonado de frutales, ya se realiza enmiendas indirectas de este mineral. Es un compuesto clave en la regulación de vías metabólicas y en la activación de ácidos orgánicos.

nutrición de los frutales

Importancia del fósforo

Su carencia produce retrasos en el crecimiento, fecundación defectuosa, movimientos anormales de reservas, retrasos en la maduración, etc.

Importancia del potasio

Es el elemento que presenta mayor movilidad y solubilidad en los tejidos. Regula la absorción  de agua, transpiración, síntesis de hidratos de carbono, etc. Su carencia  restringe el desarrollo de brotes y retrasa la caída de la hoja en otoño.

Descubriendo las carencias en la nutrición de los frutales

En ocasiones, las carencias se pueden observar a simple vista, en otras hacen falta estudios de laboratorio y análisis foliares. Aquí vamos a comentar las principales carencias que puede aparecer en los cultivos.

Deficiencia de nitrógeno

Los cambios aparecen en las hojas viejas. Se ven hojas más claras de color verde pálido, que va tornándose amarillo, incluyendo las nerviaciones. El amarilleamiento de las hojas, aunque comienza por las hojas viejas, llega a toda la planta. Una forma de distinguir la carencia de hierro o clorosis férrica es observar que en este caso, la clorosis empieza por las hojas más jóvenes, al contrario de la carencia de nitrógeno.

Solución: aplicación de fertilizantes nitrogenados (nitrato amónico, nitrato cálcico, nitrato potásico, etc.)

Deficiencia de molibdeno

Interviene en el intercambio de N de los tejidos de las plantas. La presencia de esta carencia es poco frecuente, y en general presenta una clorosis que se inicia en las hojas adultas. Esta clorosis puede aparecer únicamente en los nervios de las hojas o aparecer necrosis en los bordes (con deformaciones en forma de enrollado)

Solución: en general, aumentar el pH (añadir basicidad al suelo) para que desbloquear el molibdeno.

Carencia de potasio

Los primeros indicios de carencia de potasio se observan en hojas viejas. Éstas presentan las puntas y los bordes de las hojas amarilleando para con el tiempo, secarse. En algunos casos se observa enrojecimiento de  las hojas jóvenes. A partir de aquí se afecta el crecimiento del cultivo, la fructificación y la floración.

Solución: uso de fertilizantes con contenido en potasio (ClK, sulfato de potasio, nitrato de potasio, fosfato monopotásico) en riegos y aplicación foliar de sulfato de potasio al 2%.

Carencia de fósforo en la nutrición de los frutales

La  carencia de este mineral se presenta en sus inicios en las hojas inferiores, que corresponde a las más viejas. La coloración de las hojas se inicia con una tonalidad verde oscura que se torna rojiza hasta secarse.

Con el tiempo, disminuye el tamaño de las hojas y se produce un adelgazamiento de brotes y tallos.

Solución:  abonado de fertilizante de base fosfórica en el interior del suelo (a partir de 10 cm) para facilitar el acceso a raíces, ya que este elemento presenta poca movilidad.

Carencia de hierro

La carencia de hierro (clorosis férrica) es una de las más conocidas. La primera manifestación se inicia en las hojas jóvenes, con una coloración amarillenta de la hoja exceptuando los nervios. El progreso de esta carencia termina por amarillear la hoja por completo y se extiende a las hojas adultas. Se puede distinguir de otras clorosis debido a que el cultivo presenta esta anomalía de forma no uniforme.

Solución: el origen de esta carencia puede deberse en gran medida a un pH alto del suelo. Una solución temporal para mejorar el cultivo es la aplicación de fertilizantes de quelato de hierro, pero si el suelo es básico el problema surgirá de nuevo, por lo que es conveniente acidificar el suelo (turba ácida, ácido cítrico, quelatos de hierro, etc.).

Deficiencia de manganeso

La carencia de manganeso se manifiesta en las hojas y el síntoma más notable es una clorosis ya que este elemento juega un papel fundamental en la fotosíntesis. Se inicia en las hojas jóvenes.  Cuando la carencia es grave, las hojas nuevas emergen con pecas y estrías en toda su extensión. Si bien el estriado se presenta entre las nervaduras, difiere del provocado por la carencia de Fe por su irregularidad y por la aparición de pecas.

Solución: La aparición de esta deficiencia se debe sobre todo a suelos calizos (pH alto) ya que se disminuye la solubilidad y absorción de este mineral. También puede aparecer en suelos con textura gruesa, como los arenosos Se suele aplicar quelatos de manganeso sobre el riego o pulverizado sobre las hojas, además de otros fertilizantes comerciales como sulfato de manganeso, cloruro de manganeso, nitrato de manganeso.

Carencia de Zinc en la nutrición de los frutales

La carencia de zinc se manifiesta en las hojas jóvenes, produciéndose un moteado clorótico. En cítricos aparecen bandas irregulares a lo largo de los nervios principales, sobre el fondo de la hoja que se torna amarillo blanquecino.

El crecimiento de los brotes se detiene y la planta adquiere un aspecto en forma de roseta. En el estado final de la enfermedad las ramas se necrosan y mueren desde las puntas. Las plantas con afectación grave dejan de producir frutos, o bien estos son pequeños y muy amargos al sabor.

Solución: La aparición de esta deficiencia está condicionada por el cultivo en suelos calizos, deficientes en materia orgánica o muy erosionados, suelos muy cultivados. Cuando se denote el inicio de esta carencia se actúa con quelatos de Zinc o sulfato de Zinc.

Carencia de azufre

La deficiencia de azufre, aunque son casos muy raros presenta las siguientes características. La planta sufre clorosis generalizada que incluye los haces vasculares. Suele darse en hojas jóvenes en sus inicios, ya que el azufre presenta poca movilidad.

En general presentan un crecimiento reducido, debilitándose los tallos y haciéndose más quebradizos. Pueden presentarse defoliaciones en algunos cultivos. A medida que evoluciona la carencia de este mineral las hojas se tienden a arrugarse.

Solución:  cualquier compuesto sulfatado de los que se mencionan anteriormente.

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¿Existe el mejor fertilizante para todo?

La fertilización de las plantas siempre resulta algo complejo si nunca se ha hecho. Existen muchas formulaciones y cada cultivo requiere de un fertilizante o fertilizantes específicos si se quieren hacer bien las cosas. Además, en cada estado fenológico del cultivo, los aportes de nutrientes van a ser diferentes.

¿Hay un mejor fertilizante para todo? Lo cierto es que no. La especificidad de cada cultivo, sustrato y situación, exige diferentes tipos de fertilizantes que luego veremos pero sí es cierto que los hay muy específicos en sus formulaciones para según que cultivos y usos.

Pero antes, sentemos unas bases sobre la nutrición vegetal a grandes rasgos por si eres nuevo en esto de alimentar a la flora.

Los macronutrientes esenciales para casi cualquier planta

Son 3 y los conocerás de sobra si ya te has paseado más veces por este blog. El famoso NPK. Nitrato, fósforo y potasio.

¿Y no te preguntas por qué el carbono no está incluido? Al fin y al cabo, los seres vivos de este planeta estamos basados en la química del carbono.

Lo obtienen principalmente del CO2 que metabolizan con la fotosíntesis. Este carbono es el pilar fundamental de la glucosa y de muchas otras moléculas que las plantas metabolizan.

Los 3 macronutrientes NPK no se encuentran en el aire en las cantidades suficientes como para que una planta pueda abastecerse. Es cierto que el aire tiene nitrógeno en un 79% aproximadamente pero se considera inerte por ser nitrógeno gas N2. Esta molécula contiene un triple enlace que la hace tremendamente estable y es complicado que reaccione con la planta de forma directa. Hay algunas plantas que pueden nutrirse de N2 atmosférico, contadas excepciones. Lo más habitual es que el nitrógeno atmosférico sufra un ciclo, en el que se va fijando al suelo convirtiéndose a medio y largo plazo en nitrógeno mineral, la forma que tiene planta de absorberlo para sus procesos metabólicos.

Cualquier cultivo necesita de estos 3 elementos para crecer correctamente

Estos tres macronutrientes pueden venir de diferentes orígenes, orgánico o mineral que luego veremos. Ahora vamos a centrarnos en cuál es la función de cada uno de ellos. Tiene muchas funciones pero las más destacables son:

Nitrógeno: Importantísimo en las primeras fases del cultivo y en el crecimiento de la parte vegetativa de planta. Se suele decir que el nitrógeno es importante para las «partes verdes» de la planta.

Fósforo: Importante para la implantación del cultivo en su fase vegetativa (estimula el desarrollo radicular). Además, debemos tener un buen contenido en fósforo para asegurar una buena floración y cuajado.

Potasio: Importante en la formación de frutos y maduración. Es un elemento muy importante en frutales por ejemplo para conseguir frutos grandes y de calidad.

Las proporciones de cada uno de ellos en una formulación, depende del cultivo, del momento en el que se encuentre el propio cultivo (primeras fases, floración, cuajado…) y de la calidad nutricional del suelo que tengamos que suplir. Algunos ejemplos de formulaciones comunes son:

– NPK 13-40-13

– NPK 15-15-15

– NPK 15-5-30

– NPK 14-40-5

– NPK 23-5-5

– NPK 15-10-15

– NPK 17-6-18

– NPK 20-20-20

– NPK 20-5-20

– NPK 7-12-38

Hay muchas, muchas más.

Y si hay macro, es porque también hay micronutrientes

Prácticamente el 99% de los minerales que la planta necesita son estos tres. Y aunque los micronutrientes en cantidad no supongan nada en comparación con NPK, su importancia en pequeñas dosis es vital para muchas funciones metabólicas de las plantas.

Son principalmente el hierro, el manganeso, zinc, cobre, boro y molibdeno.

El déficit de alguno de estos nutrientes también acarrea serios perjuicios para el crecimiento de las plantas que muchas veces son confundidos con enfermedades producidas por virosis, bacterias hongos o nematodos. La clorosis férrica es un ejemplo típico de carencia de hierro.

Los planes de abonado deben incluir en sus fórmulas también ciertas dosis muy controladas de estos micronutrientes. Normalmente, una buena fertilización orgánica en forma de humus, compost, estiércol madurado, abonos verdes etc. suele suplir estos micronutrientes esenciales y otros que no hemos mencionado.

Los mejores fertilizantes se dan en cultivos muy tecnificados

Ya está demostrado que un exceso de fertilización es muy perjudicial para el medio. Una fertilización mal ejecutada por exceso puede afectar a la planta negativamente, puede alterar el equilibrio del suelo, tanto a nivel fisicoquímico como biológico. También puede contaminar acuíferos, haciendo totalmente inservible el agua para consumo humano.

Por eso, cada vez más se optimizan al máximo las dosis y se hacen mejores y mejores fertilizantes, cada vez más específicos y tecnificados.

Aquellos cultivos de altas inversiones como los invernaderos con o sin suelo (hidropónicos) la dosificación de macro y micronutrientes es de una precisión asombrosa. El retorno de inversión también es algo que condiciona la elección de los fertilizantes y nos podemos permitir ese nivel de tecnificación. Cultivos de invernadero por ejemplo (tomate, pimiento, fresa…) son cultivos típicamente tecnificados.

Y si nos vamos a hidropónicos donde la fertilización líquida hace su acto de presencia, entonces ya los niveles de tecnificación en la fertilización se nos disparan.

Fertilizantes según su formulación:

Abonos simples: Aquellos que aportan un solo nutriente a la planta. Son cada vez menos utilizados, en favor de los abonos complejos. De todas formas, para correcciones puntuales o necesidades muy especiales se siguen usando.

Abonos Compuestos: Tiene dos o tres de los macronutrientes esenciales. Se llaman binarios (2 de los 3 nutrientes) o ternarios (los 3 nutrientes) según su formulación . Pueden ser complejos (reaccionados químicamente NPK en un mismo gránulo) o mezclas (gránulos de cada nutriente por separado y mezclados).

Fertilizantes según su estado:

Sólidos: Suelen presentarse en forma granulada. Son muy habituales en monocultivos de gran extensión (secano y regadío) como cereal, leguminosas etc. Procedentes de la industria de fertilizantes. Son sintetizados de forma que se asegura que cada gránulo tenga la misma composición y equilibrio de cada nutriente. Este tipo son los mayoritarios en la agricultura convencional.

Líquidos: Son los mejores fertilizantes en cultivos de alta tecnificación donde el abonado va junto con el agua de riego. En cultivos de alto rendimiento como la marihuana se suelen dar este tipo de productos tan específicos. Y además son abonos totalmente de composición orgánica con su proporción concreta de NPK y contenidos variables y equilibrados de los antes llamados micronutrientes. Productos como Fertilizantes Biological Activated Cocktail BAC o Fertilizantes Advanced Nutrients son un ejemplo de la amplia variedad de fórmulas, mezclas y formas de aplicación.

Fertilizantes según su modo de aplicación

Otra clasificación habitual se produce en el modo de aplicación aunque esta clasificación es más abierta.

Abonos de fondo: Son aquellos que se aplican al suelo antes de la implantación del cultivo o en el momento de sembrar y suelen ser de liberación controlada.

Abonos de cobertera: Abono que se aplica durante el alguna fase concreta del cultivo para apoyar nutricionalmente en algún estado fenológico crucial para el cultivo como la floración o el cuajado.

Fertilizantes de aplicación foliares: Aquellos que se aplican pulverizados sobre las hojas como fertilización de apoyo

Fertilizantes para fertirrigación: Son aquellos que se mezclan con el agua de riego. Utilizados en cultivos de regadío tecnificados donde se controla al milímetro la dosis de riego (invernaderos, hidroponía).

Ninguna de estas clasificaciones son excluyentes. Es decir, cuanta más información tengamos o podamos dar de un fertilizante, más seguros estaremos de cómo usarlo. Un ejemplo puede ser un Abono compuesto ternario líquido para aplicación foliar 10-20-10. Con esto estamos dando una gran cantidad de cómo es ese fertilizante.

Fuente: agromatica.es

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