Compartir:

En la República Dominicana, al igual que en la mayoría de los países en vías de desarrollo, la AF ofrece una alternativa idónea para fomentar la seguridad y soberanía alimentaria. La vinculación entre la AF y la seguridad alimentaria viene dada por dos principios: una producción más eficiente aumenta la disponibilidad de alimentos con la que contaría la población y mejores cosechas significa aumento de ingresos para las familias rurales, lo cual garantiza el acceso a la comida. A pesar de su carácter esencial, el agropecuario es el más pequeño de los sectores de la economía dominicana. Representa, según el Banco Central, sólo el 5,3% del PIB por sectores de origen en 2017, frente al 26,4% de las industrias y 61,1% de los servicios (el restante 7,2% corresponde a impuestos netos de subsidios). En comparación, durante ese mismo año, la agricultura empleó 9,6% de la mano de obra del país, según la referencia de World Development Indicators y respondió por el 6,2% de las exportaciones. La ubicación geográfica de la República Dominicana facilita el comercio con importantes países del mundo. La diversidad de sus condiciones climáticas amplía la gama de cultivos y de cría de animales. En el país, las políticas de fomento de la AF han sido parte de los programas de protección social del Estado dominicano, desde que oficialmente se comenzó a abordar el tema. Sin embargo, antes de 2016 no existía una definición de AF en el país que permitiera identificar a los productores que pertenecían a esta categoría. Familias productoras dominicanas Como seguimiento al año de la AF (2016), la comunidad internacional se encuentra al inicio del Decenio de la Agricultura Familiar 2019-2028. Se espera que el Decenio ayude a establecer bases y parámetros para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a fin de erradicar el hambre y la pobreza a través de la mejora de estrategias diferenciadas.

Este programa, perteneciente a la serie “Reseñas de Agricultura Familiar” producida por CIESPAL, ALER,FAO, ausculta y describe la situación de la agricultura familiar en República Dominicana, recurriendo al testimonio de representantes de la cooperación internacional, del gobierno dominicano y de las organizaciones de productores.

Producción: CIESPAL / Hugo Ramírez, Coordinación General ALER

Compartir:
Compartir:

Un 40% de las abejas mueren cada año como resultado de enfermedades, pesticidas y el cambio climático, en parte porque los apicultores comerciales no ven las señales de advertencia. Ahí es donde entra Beewise, una colmena inteligente impulsada por la inteligencia artificial. Usando robótica de precisión, visión por ordenador e inteligencia artificial, una casa de abejas, que cuesta 15 dólares al mes y podría albergar 2 millones de abejas, vigila los insectos 24 horas al día, 7 días a la semana.

Cuando una colmena se expone a, digamos, parásitos o experimenta temperaturas irregulares, su sistema responde inmediatamente aplicando alguna solución programada.

El uso de esta tecnología inteligente puede duplicar la capacidad de polinización y la producción de miel, a la vez que disminuye la tasa de mortalidad de las colonias.

«No sólo las abejas no mueren«, dice Saar Safra, director general de Beewise. «Ellas prosperan«.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El zumbido de las abejas ahoga el retumbe del brazo robótico, que trabaja con una eficacia que ningún apicultor humano podría igualar.

Una tras otra, la máquina escanea pilas de panales que, en conjunto, podían albergar hasta dos millones de abejas.

El brazo las inspecciona en busca de enfermedades, controlando la presencia de pesticidas e informando en tiempo real de cualquier peligro que amenazara a la colonia.

Colmena inteligente: La tecnología para salvar a las abejas

La colmena de nueva generación fue desarrollada por la empresa israelí Beewise, que afirma que este tipo de atención permanente es lo que se necesita para minimizar el riesgo de colapso de las colonias.

El número de abejas ha disminuido drásticamente en todo el mundo, debido a la agricultura intensiva, uso de pesticidas, plagas y el cambio climático.

Las empresas han buscado diferentes tecnologías para intentar frenar el colapso masivo de las colonias.

La colocación de sensores en las colmenas tradicionales de madera o métodos para hacer frente a la pérdida de abejas, como la polinización artificial.

¿Cómo funciona Beewise?

La colmena de Beewise, del tamaño aproximado de un remolque de carga, alberga 24 colonias.

En su interior, está equipada con un brazo robótico que se desliza entre los panales, visión por ordenador y cámaras. Las aberturas con códigos de colores en los laterales permiten a las abejas entrar y salir.

«Todo lo que haría un apicultor, el mecanismo robótico puede imitarlo y hacerlo más eficazmente sin cansarse; sin irse de vacaciones y sin quejarse»; dice el director general Saar Safra.

Esto incluye la recolección de miel, la aplicación de medicamentos y la combinación o división de colmenas.

Beewise consiguió 40 millones de dólares de financiación de inversores privados; y más de 100 de sus sistemas están en uso en Israel y Estados Unidos.

 

Puedes ver este video sobre la colmena digital

Fuente: ecoinventos

Compartir:
Compartir:

Por Francine Brossard, directora ejecutiva FIA.


 

Francine Brossard

 

Un llamado a repensar el modelo agroalimentario actual que asegure la alimentación para todos. Esa es nuestra batalla, y nuestra meta, que no se te detiene.

Hasta hace algunos años nuestra producción en agricultura se solía pensar de forma cuantitativa, sin considerar en cómo se alcanzaba dicha producción. Sin embargo, las inclemencias y efectos del cambio climático, reflejados entre otros, en sequía, han reconvertido diversos territorios, obligando a los agricultores a buscar nuevas formas de producir, rescatar variedades e innovar para poder continuar en el rubro.

Desde esta necesidad el Ministerio de Agricultura ha implementado el “Plan Nacional de Seguridad y soberanía alimentaria”, de forma tal de favorecer el acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos, para satisfacer sus necesidades alimenticias en forma segura, y conforme a sus requerimientos. Es por ello que la Fundación para la Innovación Agraria ha establecido entre sus lineamientos estratégicos el promover y contar con “Sistemas Alimentarios Sostenibles”.

Los Sistemas Alimentarios Sostenibles, garantizan la seguridad alimentaria y la nutrición de todas las personas sin poner en riesgo sus bases económicas, sociales y ambientales para las futuras generaciones, abarcando cada actividad relacionada a la cadena agroalimentaria y sus efectos, como: medio ambiente, insumos, procesos, infraestructura, instituciones, mercados, comercio, producción, procesamiento y distribución.

Desde FIA seguimos apoyando la pequeña y mediana agricultura y hemos iniciado un camino claro y definido para promover e impulsar innovaciones que promuevan el establecimiento de Sistemas Alimentarios Sostenibles ya sea a nivel de producción, transformación, transporte, venta y consumo de los productos alimenticios y agrícolas de origen nacional.

Esto debe hacerse con el aporte de diversos actores, implementando capacitaciones y orientando a las comunidades rurales sobre diferentes sistemas y variedades de alimentos que mantengan activa la producción, y al mismo tiempo disponer de productos que se adapten a los nuevos hábitos alimenticios, nuevas dietas alimentarias, y requerimientos nutritivos especiales para algunos segmentos de la población, como niños, niñas y adultos mayores.

FIA viene trabajando hace años en la diversificación de la matriz productiva para la obtención de alimentos sostenibles manteniendo su calidad y beneficios nutritivos e inocuidad alimentaria. Hoy hemos creado un nuevo programa: “Programa de Transferencia y Adopción de Innovación”, mediante el cual estamos entregando a la comunidad agrícola todo el acervo y conocimiento acumulado durante más de 25 años de existencia a partir de los resultados obtenidos de los proyectos apoyados por FIA.

Por otra parte, estamos apoyando a los y las jóvenes rurales, con el ánimo de reconquistarlas/os y hacerlas/os parte de las acciones de innovación para que ellas y ellos puedan continuar este camino de emprendimiento y renovación del sector. Hemos identificado varios proyectos que demuestran que la juventud rural está motivada y que su impulso innovador los ha llevado a resolver variados problemas de su sector, tanto productivos, de comercialización y/o gestión. Dado lo anterior, nuestra fundación se ha enfocado en apoyar este grupo etario de la población agrícola con nuestro “Programa de Juventud rural emprendedora”.

A pesar de que se ha avanzado bastante, entregando permanentemente información acerca de la seguridad alimentaria, se requiere seguir apoyando la innovación a distintos niveles de producción primaria mediante el aprovechamiento de recursos, apuntando a la diversificación y transformación, mediante manejos cada vez más sostenibles como: producción orgánica, agroecológica, regenerativa, uso de bioinsumos, entre otras.

En esta línea, hay que sumar el rescate de alimentos mediante la agregación de valor, resaltando la identidad local y las tradiciones. Pensar de manera saludable para que en su procesamiento sean inocuos y mantengan su calidad y beneficios nutritivos, por otro lado reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos, que ascienden, según FAO, a un tercio de la producción total de alimentos destinados al consumo humano.

En esta labor de alimentar la población nacional, la mujer juega un rol clave, tanto en la producción agrícola como en la seguridad alimentaria. Las mujeres son las principales agricultoras y productoras en gran parte del mundo, sin embargo, su trabajo agrícola sigue siendo bastante invisibilizado. Sin embargo, desde hace unos pocos años, las mujeres rurales han demostrado una capacidad adicional, y es su facilidad de adaptación y adopción de nuevas herramientas tecnológicas, como ha sido demostrado en un reciente documento que hemos publicado junto a INDAP y Prodemu. En este documento se evidencian las nuevas habilidades digitales que han ido adquiriendo como un nuevo aporte a la economía familiar, y explorando en el uso de herramientas tecnológicas transversales como las redes sociales, e incluso comercio virtual mediante plataformas en la web.

Todo este panorama nos hace reflexionar en que nuestra agricultura debe adecuarse cada vez más a un entorno económico y social más exigente y competitivo, tanto por condiciones naturales y climáticas inestables, por economías internacionales oscilantes y con consumidores cada vez más informados y demandantes en calidad y diversidad de productos, con efectos directos hacia nuestra producción alimentaria nacional. Por ello nuestra Fundación continua trabajando para entregar soluciones innovadoras, que se adapten y que se difundan hacia el sector silvoagropecuario y de esta forma colaborar en esta importante labor de nutrir la población con alimentos sanos, y considerando los Sistemas Alimentarios Sostenibles.

Compartir:
Compartir:

Por: Alejandro Tena

Están desapareciendo, pero a nadie parece importarle. Los insectos se están extinguiendo a un ritmo cada vez más elevado sin que organismos internacionales presten atención a este drama. Así lo entiende la Asociación de Entomología Española, que, con la bibliografía científica actual, estima que en los últimos años se han perdido el 70% de las poblaciones voladoras de Europa. La tasa de extinción de estos seres, los populares bichos, es hasta ocho veces superior que la de los animales vertebrados y las consecuencias podrían desencadenar problemas a múltiples niveles.

De acuerdo con  el medio Público»los insectos pasan desapercibidos y su desaparición también, a pesar de que tiene una importancia tremenda», dice José María Hernández, vicepresidente de la Asociación Española de Entomología, que considera que la pérdida de individuos es ya un problema de «escala global» por la funcionalidad biológica de estos seres. «No es que vayan a desaparecer todos los insectos, porque son un grupo hiperdiverso, pero sí constatamos ya una bajada en su riqueza y en su abundancia, lo que puede derivar perfectamente en una catástrofe ambiental, por mucho que no se hable de ello», expone.

Esa catástrofe tiene que ver con la utilidad de muchos de estos seres, cuyas poblaciones no hacen otra cosa que menguar como consecuencia de la crisis climática y de la presión del ser humano sobre los ecosistemas. Los polinizadores son la cara visible de cómo un problema de biodiversidad puede convertirse un problema económico y social global. Este tipo de fauna –abejas, mariposas o algunos tipos de moscas, entre otros– son esenciales para que los cultivos puedan tener un rendimiento adecuado y producir el fruto plantado.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 75% de los cultivos dependen de alguna u otra manera de estos animales para la polinización. En términos productivos, el porcentaje es más bajo, y se estima que el 35% de los alimentos cosechados dependen de los insectos polinizadores, lo que sigue siendo un porcentaje preocupante en mitad de una coyunta de crisis climática donde las temperaturas podrían condicionar aún más el declive de estos seres vivos. Las poblaciones de mariposas y de abejorros, por ejemplo, ya han descendido un 25% desde 1991 en la mayor parte de los países europeos, según los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente.

«Esto tiene unas consecuencias importantes a nivel económico», indica Theo Oberhuber, portavoz de Ecologistas en Acción. Un informe de dicha organización publicado recientemente estima que por cada euro que produce un cultivo de manzana, 92 céntimos no serían posibles sin polinización. En el caso de los arándanos, la cifra se sitúa en los 80 céntimos; 78 céntimos en el kiwi; y 50 en la fresa. Los insectos polinizadores aportan 2.400 millones de euros de valor asociado agrícola en España. «A corto plazo ya estamos viendo los efectos de los cambios del uso del suelo y del uso desmesurado de pesticidas y biocidas», comenta el experto. «A largo plazo las consecuencias podrían ser peores por el cambio climático, que es un factor más que agravará la situación».

Pero el rendimiento agrario no es el único elemento perjudicado por el descenso de las poblaciones de insectos. Hernández señala el papel de algunas especies coprófagas o coleópteras, como los escarabajos, en la limpieza del campo. «Estos animales son descomponedores, lo que quiere decir que se alimentan de la materia fecal de los herbívoros. Son los responsables, en buena medida, de que los prados donde pasta el ganado extensivo esté limpio, sin ellos estarían saturados de excrementos y no serían sostenibles para la ganadería», advierte el entomólogo.

Están desapareciendo, pero a nadie parece importarle. Los insectos se están extinguiendo a un ritmo cada vez más elevado sin que organismos internacionales presten atención a este drama. Así lo entiende la Asociación de Entomología Española, que, con la bibliografía científica actual, estima que en los últimos años se han perdido el 70% de las poblaciones voladoras de Europa. La tasa de extinción de estos seres, los populares bichos, es hasta ocho veces superior que la de los animales vertebrados y las consecuencias podrían desencadenar problemas a múltiples niveles.

«Los insectos pasan desapercibidos y su desaparición también, a pesar de que tiene una importancia tremenda», dice José María Hernández, vicepresidente de la Asociación Española de Entomología, que considera que la pérdida de individuos es ya un problema de «escala global» por la funcionalidad biológica de estos seres. «No es que vayan a desaparecer todos los insectos, porque son un grupo hiperdiverso, pero sí constatamos ya una bajada en su riqueza y en su abundancia, lo que puede derivar perfectamente en una catástrofe ambiental, por mucho que no se hable de ello», expone.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 75% de los cultivos dependen de alguna u otra manera de estos animales para la polinización. En términos productivos, el porcentaje es más bajo, y se estima que el 35% de los alimentos cosechados dependen de los insectos polinizadores, lo que sigue siendo un porcentaje preocupante en mitad de una coyunta de crisis climática donde las temperaturas podrían condicionar aún más el declive de estos seres vivos. Las poblaciones de mariposas y de abejorros, por ejemplo, ya han descendido un 25% desde 1991 en la mayor parte de los países europeos, según los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente.

«Esto tiene unas consecuencias importantes a nivel económico», indica Theo Oberhuber, portavoz de Ecologistas en Acción. Un informe de dicha organización publicado recientemente estima que por cada euro que produce un cultivo de manzana, 92 céntimos no serían posibles sin polinización. En el caso de los arándanos, la cifra se sitúa en los 80 céntimos; 78 céntimos en el kiwi; y 50 en la fresa. Los insectos polinizadores aportan 2.400 millones de euros de valor asociado agrícola en España. «A corto plazo ya estamos viendo los efectos de los cambios del uso del suelo y del uso desmesurado de pesticidas y biocidas», comenta el experto. «A largo plazo las consecuencias podrían ser peores por el cambio climático, que es un factor más que agravará la situación».

Pero el rendimiento agrario no es el único elemento perjudicado por el descenso de las poblaciones de insectos. Hernández señala el papel de algunas especies coprófagas o coleópteras, como los escarabajos, en la limpieza del campo. «Estos animales son descomponedores, lo que quiere decir que se alimentan de la materia fecal de los herbívoros. Son los responsables, en buena medida, de que los prados donde pasta el ganado extensivo esté limpio, sin ellos estarían saturados de excrementos y no serían sostenibles para la ganadería», advierte el entomólogo.

Compartir: