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Hoy nos vamos a un concepto algo más técnico. Puede sonar complicado por eso de que lleva el nombre «integral» delante pero ya veremos como resulta sencillísimo aplicar este método. La integral térmica es un concepto utilizado en la agricultura para establecer un patrón de cómo se van a comportar ciertos organismos y plantas según las temperaturas ambientales a las que están sometidos.

El ciclo de las plantas y la temperatura

Desde hace siglos, la humanidad ha observado cómo los mismos cultivos sometidos a climas más benévolos y cálidos, completaban sus ciclos vitales antes que en zonas de clima frío.

Esta observación inmediatamente nos lleva a pensar que la temperatura ambiente a la que está sometido el cultivo tiene una influencia directa sobre la velocidad de crecimiento. Es decir, deducimos que existe una relación entre estas dos variables.

Lo interesante de esta idea, es poder cuanitificar de alguna forma esta relación, con la gran ventaja de que si responde a un patrón más o menos constante, se pueden hacer grandes avances en el control de los cultivos y sus interacciones con el medio. Para ello se construyó el término integral térmica.

Los estados fenológicos de las plantas y la integral térmica
Las plantas responden a un ciclo vital año tras año definido por unos estados muy bien marcados (estados fenológicos) que todos conocemos, como pueden ser: germinación, estado vegetativo, floración, fructificación, reposo invernal (en el caso de perennes o árboles)… Todos estos estados fenológicos se completan cuando la planta ha acumulado una temperatura más o menos concreta.

Cuanto antes acumule esa temperatura, antes completará cada uno de los estados y por tanto su ciclo vital se acorta. Es cuando entra en juego la forma de cuantificar esta acumulación térmica.

Integral Térmica

¿Qué es exactamente la integral térmica?
Aunque parezca que su nombre nos va a remitir a una fórmula matemática incomprensible, lo cierto es que es lo más sencillo del mundo. Es una simple y llana suma, una suma de grados. De hecho, también se conoce como grados día o unidades de calor. Grados-día se llaman en el caso de que se tomen temperaturas medias diarias (que suele ser lo más común).

Esto se expresa como grados acumlados necesarios para completar un estado fenológico o el ciclo completo, que podemos calcular sumando las temperaturas efectivas de desarrollo día tras día hasta llegar al número indicado para el cultivo. Pongamos un ejemplo:

El trigo necesita acumular aproximadamente 2000ºC, con cierto margen de variación, para conseguir la madurez desde el momento en que se siembra. Para saber cuando va a alcanzar la madurez deberíamos ir sumando las unidades de calor día tras día hasta llegar a esos 2000ºC.

Desde que se siembra, las temperaturas efectivas de crecimiento para el trigo día a día han sido: 10, 12, 8, 14, 16, 25…. Se van sumando hasta llegar a la denominada integral térmica de 2000ºC. Será entonces cuando el cultivo habrá llegado a su madurez y sabremos los días que ha tardado en llegar a ese número.

Es evidente entonces, que cuanto más calor haga día tras día, antes se llegará a dicha integral.

Algunos conceptos a tener en cuenta
En primer lugar, antes de saber cómo calcular la integral térmica de un cultivo hemos de tener algunos conceptos claros como son los umbrales térmicos superior e inferior.

Toda planta se desarrolla en un rango de temperaturas en función de su adaptación a las condiciones climáticas. Cada familia, género, especie o subespecie hasta variedad, tienen diferencias en cuanto al rango térmico de desarrollo.

Umbral inferior o temperatura base
Se considera umbral térmico inferior, temperatura base o temperatura cero de crecimiento a la temperatura por debajo de la cual la planta detiene su crecimiento por completo. Por tanto, cuando se haga la integral térmica de un cultivo, toda temperatura por debajo de este umbral mínimo no contabilizará en el desarrollo del cultivo.

Umbral superior o temperatura máxima de crecimiento

Al igual que hay una temperatura base de crecimiento, existe un máximo. Se considera que el umbral superior es aquel por encima del cual, la planta detiene su desarrollo o este es muy muy lento. Las temperaturas que estén por encima de este umbral, tampoco contabilizarán en el cálculo de la integral térmica.

En la siguiente gráfica se puede ver cómo la zona sombreada amarilla corresponde a la temperatura efectiva de crecimiento.

Integral Térmica

La velocidad de crecimiento no es constante
Una vez tenemos los conceptos anteriores claros podemos establecer que entre los umbrales máximo y mínimo, la planta crece. ¿Pero a qué velocidad? ¿Crece de igual de rápido para 8ºC que para 26ºC de media? Sería lo ideal para establecer nuestros cálculos pero entonces no serían plantas, serían máquinas.

La velocidad de crecimiento además está influenciada por otros factores como la nutrición del suelo, la humedad, las lluvias, la radiación… Aún así, habiendo muchos factores influyentes, la temperatura tiene un peso muy grande y por ello podemos echar mano de ella considerando que crece de forma lineal.

De todas formas, cada día existen modelos agroclimáticos más complejos, que se acercan cada vez más a la realidad.

Una forma de cálculo lineal sencilla
Pongamos un ejemplo. La lechuga por ejemplo, tiene aproximadamente un umbral inferior de 6ºC y un umbral superior en torno a unos 30ºC. Para saber la temperatura efectiva de crecimiento tendríamos que restar a la temperatura media diaria el umbral mínimo de 6ºC. Vamos a hacer un sencillo cálculo para una semana.

– Temperaturas medias diarias de una semana: 8, 5, 7, 10, 11, 12 , 16.

– Restamos a cada temperatura los 6ºC del umbral inferior, por tanto:

– Temperaturas efectivas de crecimiento (Tª media – umbral mínimo): 2, -1, 4, 5, 6, 10.

– Vemos que en el segundo día da un registro negativo. Cuando esto ocurre no se tiene en cuenta en las suma de grados, por tanto el resultado total sería: 2 + 4 + 5 + 6 + 10 = 27 ºC grados día acumulados. Así de sencillo.

En este método de cálculo con las temperaturas medias diarias únicamente se utiliza el umbral inferior. En otros más complejos, se utilizan los dos umbrales para conseguir mayor precisión de cálculo.

Aunque parezca sencillo, este método se utiliza mucho en muchos cultivos herbáceos, hortícolas, frutales… para intentar prever la fecha de maduración entre otras cosas.

¿Qué usos prácticos tiene el cálculo de la integral térmica?
Tomemos el ejemplo de la lechuga. Si la lechuga tiene una integral térmica aproximada de 700ºC podríamos ir viendo las semanas que va a necesitar para llegar a ese número y saber de forma aproximada cuándo estará lista. Por lo tanto se pueden predecir diversas variables:

– Se puede predecir de forma aproximada la fecha de plantación y recolección de un cultivo.

– En frutales podemos saber cuánto le falta al árbol para florecer, sabiendo los grados día que necesita para pasar al estado fenológico de floración. De esta forma podemos ir observando la acumulación de grados y calcular el riesgo de heladas que puede sufrir el árbol después de la floración.

– La integral térmica también es utilizada para calcular los ritmos vitales de plagas y enfermedades. Insectos, hongos y bacterias también responden y se desarrollan en función de una integral térmica. De esta forma, según las previsiones meteorológicas podemos anticiparnos a la aparición de una plaga o enfermedad y hacer el tratamiento oportuno de forma preventiva.

La Universidad de California UC-Davis tiene una calculadora de grados día para poder calcular ciertos modelos agroclimáticos y modelos de predicción de plagas y enfermedades. Sólo sirve para los EEUU pero por lo menos da una idea de lo que se puede hacer con la integral térmica.

Como ven, algo tan sencillo como calcular una suma de grados, puede tener una gran repercusión en la toma de decisiones del manejo de un cultivo agrícola.

Fuente: agromatica.es

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El cambio climático ha ocurrido durante toda la historia del planeta. A partir de los primeros miles de millones de años de formación, dichas modificaciones se han presentado por causas naturales que incluyen: cambios en la órbita terrestre, alteraciones en la excentricidad del planeta, actividad volcánica intensa e impactos de meteoritos.

El uso del fuego en la quema de rastrojos es una práctica tradicional de la agricultura chilena, que se emplea por su bajo costo y rápida eliminación de residuos. Sin embargo, no es favorable, debido a la muerte de organismos y microorganismos encargados de la descomposición de la materia orgánica, aireación del suelo y liberación de nutrientes disponibles para las plantas.

Así mismo, produce una pérdida importante de nutrientes, principalmente nitrógeno amoniacal, reduciendo con ello la fertilidad natural de los suelos agrícolas y aumentando la probabilidad de erosión.

La quema de rastrojos representa también un problema, por la contaminación ambiental que genera la liberación de monóxido de carbono (CO), compuestos nitrogenados (NO2), hidrocarburos y material particulado fino, que es la fracción de mayor impacto en la salud de la población.

Cambio climático y sus efectos en la agricultura
El cambio climático ha ocurrido durante toda la historia del planeta. A partir de los primeros miles de millones de años de formación, dichas modificaciones se han presentado por causas naturales que incluyen: cambios en la órbita terrestre, alteraciones en la excentricidad del planeta, actividad volcánica intensa e impactos de meteoritos (Rivera, 1999).

Desde hace 10.000 años el planeta ha experimentado una relativa estabilidad climática, sin embargo, hoy existe un amplio consenso científico en que el actual fenómeno del cambio climático es un hecho inequívoco, causado principalmente por la acción de la humanidad. “Desde la década de 1950, muchos de los cambios observados no han tenido precedentes en los últimos decenios a milenios.

La atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las concentraciones de gases de efecto invernadero han aumentado”. Estimaciones de las emisiones globales de gases de efecto invernadero indican que para el año 2030 la temperatura de la tierra aumentará 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales (IPCC, 2019).

El cambio climático y la convención de la Naciones Unidas
De acuerdo con la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC), se entiende por cambio climático a “un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables”.

Por otra parte, el calentamiento global se refiere al aumento sostenido de la temperatura media de la atmósfera y los océanos en las últimas décadas, atribuido a las actividades humanas y, por tanto, a la generación de Gases La evidencia científica advierte que tenemos unos cinco años por delante para evitar el peligroso cambio climático, que se generaría si la temperatura global promedio aumenta más de 2°C sobre los niveles preindustriales.

Chile será una de las regiones más afectadas si superamos dicha barrera. Así, las proyecciones regionales indican que es probable que suba la frecuencia e intensidad de los incendios forestales (lo ocurrido en el verano de 2017; con más de 600.000 hectáreas quemadas, confirma dichas proyecciones); que disminuyan las precipitaciones (excepto en la zona austral), y se produzca un aumento de la incidencia de la sequía y de las temperaturas extremas.

El cambio climático y la agricultura
En este contexto, la agricultura juega un papel fundamental, pero dual; ya que no sólo es responsable de una parte importante de las emisiones de Gases con Efecto Invernadero a la atmósfera (50% del metano y 70% del óxido nitroso); sino que también puede contribuir a su mitigación; a través del secuestro del carbono atmosférico y su retención como carbono orgánico de los suelos (COS).

Una segunda razón es porque la capacidad de producir alimentos para nuestra población y de exportar en un contexto de cambio climático; dependerá fundamentalmente de nuestra capacidad de mantener o incrementar la productividad primaria de los suelos.

El manejo sostenible de éstos; incorporando prácticas agronómicas que preserven o incrementen el contenido de materia orgánica es esencial para la adaptación al cambio climático y; por ende, para la viabilidad de la agricultura chilena. Los efectos adversos del cambio climático son considerados como amenazas cuyos impactos pueden poner en riesgo el desarrollo de los países y la integridad ecosistémica a nivel mundial.

Especies vegetales cuya quema influye en el cambio climático
Numerosas especies vegetales y animales debilitadas actualmente por la contaminación y la pérdida de hábitat, no sobrevivirán los próximos años. Los análisis científicos también señalan una tendencia creciente en la frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos en los últimos cincuenta años y se considera probable que las altas temperaturas; olas de calor, graves sequías, fuertes precipitaciones y grandes inundaciones; continuarán siendo más frecuentes en el futuro, lo que puede ser desastroso para la humanidad (IPCC, 2013).

Una práctica generalizada en la agricultura nacional y prácticamente obsoleta en países de Unión Europea; es la eliminación de los residuos vegetales de los cultivos, mediante el uso del fuego directo en el campo. Es lo que se conoce como la quema in-situ; para diferenciarla de la quema de residuos que pueda ocurrir fuera del campo (quema off-situ); generalmente para generación de calor a nivel de casas de campo.

Los cultivos que más contribuyen a las emisiones de gases invernadero, por quema de residuos; son los cereales; los residuos de los restantes cultivos tienden a no ser quemados en el campo; siendo mayoritariamente enterrados en los suelos o empleados para alimentación animal, ya sea por consumo directo como a través de forraje conservado.

La quema de rastrojos y el cambio climático
Respecto a las quemas de rastrojos se emiten altas cantidades de CO2 al ambiente, considerando los rendimientos típicos chilenos; se emite el equivalente a 400 kg CO2/ ha/año en la quema de cereales, y 800 kg CO2/ha/año con quema de rastrojos de maíz; (Ovalle, C. et al., 2020).

También es un hecho muy bien reportado en Chile y el mundo; que la conversión de ecosistemas naturales a sistemas agrícolas ha disminuido el carbono orgánico del suelo (COS), aumentando las concentraciones de CO2 en el ambiente. Por tanto; la aplicación de medidas para disminuir las emisiones debe orientarse a mantener prácticas que promuevan la protección del suelo y aumenten los niveles de materia orgánica.

La adopción de prácticas de manejo como la cero labranza, el establecimiento de praderas permanentes; la incorporación de materia orgánica estabilizada (compost); la supresión de las quemas agrícolas, entre otras, promueven la mantención y acumulación del carbono orgánico del suelo (COS).

Fuente: www.inia.cl

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Por Francine Brossard, directora ejecutiva FIA.


 

Francine Brossard

 

Un llamado a repensar el modelo agroalimentario actual que asegure la alimentación para todos. Esa es nuestra batalla, y nuestra meta, que no se te detiene.

Hasta hace algunos años nuestra producción en agricultura se solía pensar de forma cuantitativa, sin considerar en cómo se alcanzaba dicha producción. Sin embargo, las inclemencias y efectos del cambio climático, reflejados entre otros, en sequía, han reconvertido diversos territorios, obligando a los agricultores a buscar nuevas formas de producir, rescatar variedades e innovar para poder continuar en el rubro.

Desde esta necesidad el Ministerio de Agricultura ha implementado el “Plan Nacional de Seguridad y soberanía alimentaria”, de forma tal de favorecer el acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos, para satisfacer sus necesidades alimenticias en forma segura, y conforme a sus requerimientos. Es por ello que la Fundación para la Innovación Agraria ha establecido entre sus lineamientos estratégicos el promover y contar con “Sistemas Alimentarios Sostenibles”.

Los Sistemas Alimentarios Sostenibles, garantizan la seguridad alimentaria y la nutrición de todas las personas sin poner en riesgo sus bases económicas, sociales y ambientales para las futuras generaciones, abarcando cada actividad relacionada a la cadena agroalimentaria y sus efectos, como: medio ambiente, insumos, procesos, infraestructura, instituciones, mercados, comercio, producción, procesamiento y distribución.

Desde FIA seguimos apoyando la pequeña y mediana agricultura y hemos iniciado un camino claro y definido para promover e impulsar innovaciones que promuevan el establecimiento de Sistemas Alimentarios Sostenibles ya sea a nivel de producción, transformación, transporte, venta y consumo de los productos alimenticios y agrícolas de origen nacional.

Esto debe hacerse con el aporte de diversos actores, implementando capacitaciones y orientando a las comunidades rurales sobre diferentes sistemas y variedades de alimentos que mantengan activa la producción, y al mismo tiempo disponer de productos que se adapten a los nuevos hábitos alimenticios, nuevas dietas alimentarias, y requerimientos nutritivos especiales para algunos segmentos de la población, como niños, niñas y adultos mayores.

FIA viene trabajando hace años en la diversificación de la matriz productiva para la obtención de alimentos sostenibles manteniendo su calidad y beneficios nutritivos e inocuidad alimentaria. Hoy hemos creado un nuevo programa: “Programa de Transferencia y Adopción de Innovación”, mediante el cual estamos entregando a la comunidad agrícola todo el acervo y conocimiento acumulado durante más de 25 años de existencia a partir de los resultados obtenidos de los proyectos apoyados por FIA.

Por otra parte, estamos apoyando a los y las jóvenes rurales, con el ánimo de reconquistarlas/os y hacerlas/os parte de las acciones de innovación para que ellas y ellos puedan continuar este camino de emprendimiento y renovación del sector. Hemos identificado varios proyectos que demuestran que la juventud rural está motivada y que su impulso innovador los ha llevado a resolver variados problemas de su sector, tanto productivos, de comercialización y/o gestión. Dado lo anterior, nuestra fundación se ha enfocado en apoyar este grupo etario de la población agrícola con nuestro “Programa de Juventud rural emprendedora”.

A pesar de que se ha avanzado bastante, entregando permanentemente información acerca de la seguridad alimentaria, se requiere seguir apoyando la innovación a distintos niveles de producción primaria mediante el aprovechamiento de recursos, apuntando a la diversificación y transformación, mediante manejos cada vez más sostenibles como: producción orgánica, agroecológica, regenerativa, uso de bioinsumos, entre otras.

En esta línea, hay que sumar el rescate de alimentos mediante la agregación de valor, resaltando la identidad local y las tradiciones. Pensar de manera saludable para que en su procesamiento sean inocuos y mantengan su calidad y beneficios nutritivos, por otro lado reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos, que ascienden, según FAO, a un tercio de la producción total de alimentos destinados al consumo humano.

En esta labor de alimentar la población nacional, la mujer juega un rol clave, tanto en la producción agrícola como en la seguridad alimentaria. Las mujeres son las principales agricultoras y productoras en gran parte del mundo, sin embargo, su trabajo agrícola sigue siendo bastante invisibilizado. Sin embargo, desde hace unos pocos años, las mujeres rurales han demostrado una capacidad adicional, y es su facilidad de adaptación y adopción de nuevas herramientas tecnológicas, como ha sido demostrado en un reciente documento que hemos publicado junto a INDAP y Prodemu. En este documento se evidencian las nuevas habilidades digitales que han ido adquiriendo como un nuevo aporte a la economía familiar, y explorando en el uso de herramientas tecnológicas transversales como las redes sociales, e incluso comercio virtual mediante plataformas en la web.

Todo este panorama nos hace reflexionar en que nuestra agricultura debe adecuarse cada vez más a un entorno económico y social más exigente y competitivo, tanto por condiciones naturales y climáticas inestables, por economías internacionales oscilantes y con consumidores cada vez más informados y demandantes en calidad y diversidad de productos, con efectos directos hacia nuestra producción alimentaria nacional. Por ello nuestra Fundación continua trabajando para entregar soluciones innovadoras, que se adapten y que se difundan hacia el sector silvoagropecuario y de esta forma colaborar en esta importante labor de nutrir la población con alimentos sanos, y considerando los Sistemas Alimentarios Sostenibles.

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El cambio climático mundial es resultado del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero inducidos por la acción humana. Esta modificación global del clima afectará severamente diversos sectores, se espera que el incremento de las temperaturas provoque escasez de agua e inundaciones. Se estima que muchas poblaciones de animales y plantas puedan reducirse en tamaño, debido a las altas temperaturas y a las menores precipitaciones, lo que limitará la disponibilidad de fuentes alimentarias esenciales para la nutrición del ser humano.

Las alteraciones generadas por el cambio climático afectarán seriamente la agricultura a nivel mundial. El calentamiento global ocasionará que se produzca una disminución en los rendimientos de los cultivos, debido a las crecientes temperaturas y a las menores precipitaciones, lo que a su vez agudizará la inseguridad alimentaria.

Durante la cumbre del cambio climático (COP21), celebrada en París entre el 28 y 30 de noviembre de 2015, México, junto a otras 194 naciones, refrendaron su compromiso para fortalecer el modelo de producción económica sustentable, estableciendo un acuerdo para reducir en al menos un 30% las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2020.

Huella de carbono

En ese sentido, las actividades productivas desarrolladas en el país, como en cualquier otra parte del mundo, en la medida en la que utilizan energía a lo largo de sus cadenas de valor, son responsables de una cantidad significativa de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. La agricultura no es una excepción, ya las prácticas agrícolas actuales son responsables de la emisión de más del 30% del total de gases de efecto invernadero producidos globalmente. La suma de esas emisiones de gases es lo que se denomina huella de carbono.

La agricultura juega un importante papel en el balance de los tres gases de efecto invernadero más significativos; dióxido de carbono (CO2), óxido de nitrógeno (N2O) y metano (CH4). Particularmente, las emisiones de N2O están relacionadas con el manejo del suelo y el uso de fertilizantes nitrogenados.

El óxido nitroso absorbe radiación infrarroja de la atmósfera contribuyendo al efecto invernadero, siendo actualmente el responsable del 5% del calentamiento global y pudiendo llegar hasta valores del 10% en el futuro cercano.

Las emisiones de N2O se ven muy influenciadas por la humedad, temperatura, contenido de carbono, nitrógeno del suelo y tipo de fertilizante. En general, se producen menos emisiones de N2O cuando el contenido de materia orgánica es menor, por ello, la aplicación de compostas y otros biofertilizantes favorecen la emisión de este gas invernadero.

Además, el nitrógeno aplicado el suelo a través de fertilizantes salinos tiene un índice de asimilación muy bajo por las plantas. Del total de fertilizante que se aplica al suelo, dependiendo del manejo y del tipo de fertilizante aplicado, más del 50% (hasta el 80%) es perdido por la lixiviación.
El nitrógeno se pierde también por la volatilización de los gases que se producen en el suelo, amonio, óxido nítrico y óxido nitroso.

Por otro lado, los fertilizantes orgánicos pueden provocar impactos ambientales negativos si no existe un control en el almacenamiento, el transporte o la aplicación, debido a la emisión de gases contaminantes hacia la atmósfera, y la acumulación de metales pesados en el suelo y en los cuerpos hídricos superficiales.

Es importante que los productores agrícolas se aseguren de que el tipo, la cantidad y el tiempo de aplicación del nitrógeno no resultara en una pérdida significante por desnitrificación, volatilización o lixiviación. Una buena estructura en el suelo mejora la eficacia en el uso del nitrógeno y reduce las pérdidas de N2O. Optimizar la eficiencia de nitrógeno es la clave para mantener y hasta incrementar la productividad y las ganancias del campo.

Agricultura sostenible

El manejo inadecuado de los agroecosistemas con fines de uso agrícola, ha originado en mayor o menor medida cambios y deterioro de las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo, con el consiguiente efecto de disminución sobre la productividad y la producción en general. Por lo anterior, resulta crítico contar con prácticas de agricultura sostenible que, además de reducir el impacto de la agricultura en el medio ambiente, mejoren el rendimiento de los cultivos.

La fuente de fertilizantes y el manejo del cultivo pueden afectar las emisiones de N2O.
Los fertilizantes de liberación controlada y estabilizados son productos que minimizan el potencial de pérdidas de nutrientes al ambiente, cuando se comparan con los fertilizantes salinos convencionales. Los fertilizantes que no se evaporan ni se lixivian deben ser preferentemente utilizados. Sus beneficios para reducir las emisiones de N2O son una alternativa a corto plazo para disminuir el daño ecológico generado por la actividad agrícola.

En este sentido, la nutrición vegetal basada en el uso de coloides amfífilos enantiomórficos permite trasladar los nutrientes desde el medio externo que sustenta la planta (suelo u otro sustrato), y transportarlos de forma precisa hasta el nivel intracelular de las células de los tejidos y órganos donde la planta los requiera.

Con base a ello, se pueden suministrar nutrientes en la forma y cantidades necesarias para acelerar o desacelerar procesos vegetativos o productivos, ya que la tecnología basa en coloides amfífilos posibilita aplicar nutrientes miles de veces más pequeños que las partículas de fertilizantes químicos, lo que convierte a los nutrientes aplicados en ultra-asimilables, y que además no generan efectos adversos al suelo, reduciendo así el deterioro del terreno agrícola.

La tecnología de los coloides amfífilos eficientizan el suministro de nutrientes a las plantas, disminuyendo las emisiones de gases de efecto invernadero y pérdidas por lixiviación, al volver los micro y macro nutrientes en sustancias ultra-asimilables, lo cual permite aplicar sólo la cantidad de fertilizante que la planta requiere.

Esta tecnología para la nutrición vegetal es totalmente amigable con el medio ambiente, debido a que utilizan las cantidades adecuadas de nutrientes en función de la actividad metabólica de las plantas. Esto proporciona un 100% de integración asimilativa de los nutrientes al tejido vivo, tanto vegetativo como generativo. En contraste con los métodos de fertilización salina u orgánica.

Fuente: www.hortalizas.com

Foto de portada: www.valleybolivia.com

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