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Hoy nos vamos a un concepto algo más técnico. Puede sonar complicado por eso de que lleva el nombre «integral» delante pero ya veremos como resulta sencillísimo aplicar este método. La integral térmica es un concepto utilizado en la agricultura para establecer un patrón de cómo se van a comportar ciertos organismos y plantas según las temperaturas ambientales a las que están sometidos.

El ciclo de las plantas y la temperatura

Desde hace siglos, la humanidad ha observado cómo los mismos cultivos sometidos a climas más benévolos y cálidos, completaban sus ciclos vitales antes que en zonas de clima frío.

Esta observación inmediatamente nos lleva a pensar que la temperatura ambiente a la que está sometido el cultivo tiene una influencia directa sobre la velocidad de crecimiento. Es decir, deducimos que existe una relación entre estas dos variables.

Lo interesante de esta idea, es poder cuanitificar de alguna forma esta relación, con la gran ventaja de que si responde a un patrón más o menos constante, se pueden hacer grandes avances en el control de los cultivos y sus interacciones con el medio. Para ello se construyó el término integral térmica.

Los estados fenológicos de las plantas y la integral térmica
Las plantas responden a un ciclo vital año tras año definido por unos estados muy bien marcados (estados fenológicos) que todos conocemos, como pueden ser: germinación, estado vegetativo, floración, fructificación, reposo invernal (en el caso de perennes o árboles)… Todos estos estados fenológicos se completan cuando la planta ha acumulado una temperatura más o menos concreta.

Cuanto antes acumule esa temperatura, antes completará cada uno de los estados y por tanto su ciclo vital se acorta. Es cuando entra en juego la forma de cuantificar esta acumulación térmica.

Integral Térmica

¿Qué es exactamente la integral térmica?
Aunque parezca que su nombre nos va a remitir a una fórmula matemática incomprensible, lo cierto es que es lo más sencillo del mundo. Es una simple y llana suma, una suma de grados. De hecho, también se conoce como grados día o unidades de calor. Grados-día se llaman en el caso de que se tomen temperaturas medias diarias (que suele ser lo más común).

Esto se expresa como grados acumlados necesarios para completar un estado fenológico o el ciclo completo, que podemos calcular sumando las temperaturas efectivas de desarrollo día tras día hasta llegar al número indicado para el cultivo. Pongamos un ejemplo:

El trigo necesita acumular aproximadamente 2000ºC, con cierto margen de variación, para conseguir la madurez desde el momento en que se siembra. Para saber cuando va a alcanzar la madurez deberíamos ir sumando las unidades de calor día tras día hasta llegar a esos 2000ºC.

Desde que se siembra, las temperaturas efectivas de crecimiento para el trigo día a día han sido: 10, 12, 8, 14, 16, 25…. Se van sumando hasta llegar a la denominada integral térmica de 2000ºC. Será entonces cuando el cultivo habrá llegado a su madurez y sabremos los días que ha tardado en llegar a ese número.

Es evidente entonces, que cuanto más calor haga día tras día, antes se llegará a dicha integral.

Algunos conceptos a tener en cuenta
En primer lugar, antes de saber cómo calcular la integral térmica de un cultivo hemos de tener algunos conceptos claros como son los umbrales térmicos superior e inferior.

Toda planta se desarrolla en un rango de temperaturas en función de su adaptación a las condiciones climáticas. Cada familia, género, especie o subespecie hasta variedad, tienen diferencias en cuanto al rango térmico de desarrollo.

Umbral inferior o temperatura base
Se considera umbral térmico inferior, temperatura base o temperatura cero de crecimiento a la temperatura por debajo de la cual la planta detiene su crecimiento por completo. Por tanto, cuando se haga la integral térmica de un cultivo, toda temperatura por debajo de este umbral mínimo no contabilizará en el desarrollo del cultivo.

Umbral superior o temperatura máxima de crecimiento

Al igual que hay una temperatura base de crecimiento, existe un máximo. Se considera que el umbral superior es aquel por encima del cual, la planta detiene su desarrollo o este es muy muy lento. Las temperaturas que estén por encima de este umbral, tampoco contabilizarán en el cálculo de la integral térmica.

En la siguiente gráfica se puede ver cómo la zona sombreada amarilla corresponde a la temperatura efectiva de crecimiento.

Integral Térmica

La velocidad de crecimiento no es constante
Una vez tenemos los conceptos anteriores claros podemos establecer que entre los umbrales máximo y mínimo, la planta crece. ¿Pero a qué velocidad? ¿Crece de igual de rápido para 8ºC que para 26ºC de media? Sería lo ideal para establecer nuestros cálculos pero entonces no serían plantas, serían máquinas.

La velocidad de crecimiento además está influenciada por otros factores como la nutrición del suelo, la humedad, las lluvias, la radiación… Aún así, habiendo muchos factores influyentes, la temperatura tiene un peso muy grande y por ello podemos echar mano de ella considerando que crece de forma lineal.

De todas formas, cada día existen modelos agroclimáticos más complejos, que se acercan cada vez más a la realidad.

Una forma de cálculo lineal sencilla
Pongamos un ejemplo. La lechuga por ejemplo, tiene aproximadamente un umbral inferior de 6ºC y un umbral superior en torno a unos 30ºC. Para saber la temperatura efectiva de crecimiento tendríamos que restar a la temperatura media diaria el umbral mínimo de 6ºC. Vamos a hacer un sencillo cálculo para una semana.

– Temperaturas medias diarias de una semana: 8, 5, 7, 10, 11, 12 , 16.

– Restamos a cada temperatura los 6ºC del umbral inferior, por tanto:

– Temperaturas efectivas de crecimiento (Tª media – umbral mínimo): 2, -1, 4, 5, 6, 10.

– Vemos que en el segundo día da un registro negativo. Cuando esto ocurre no se tiene en cuenta en las suma de grados, por tanto el resultado total sería: 2 + 4 + 5 + 6 + 10 = 27 ºC grados día acumulados. Así de sencillo.

En este método de cálculo con las temperaturas medias diarias únicamente se utiliza el umbral inferior. En otros más complejos, se utilizan los dos umbrales para conseguir mayor precisión de cálculo.

Aunque parezca sencillo, este método se utiliza mucho en muchos cultivos herbáceos, hortícolas, frutales… para intentar prever la fecha de maduración entre otras cosas.

¿Qué usos prácticos tiene el cálculo de la integral térmica?
Tomemos el ejemplo de la lechuga. Si la lechuga tiene una integral térmica aproximada de 700ºC podríamos ir viendo las semanas que va a necesitar para llegar a ese número y saber de forma aproximada cuándo estará lista. Por lo tanto se pueden predecir diversas variables:

– Se puede predecir de forma aproximada la fecha de plantación y recolección de un cultivo.

– En frutales podemos saber cuánto le falta al árbol para florecer, sabiendo los grados día que necesita para pasar al estado fenológico de floración. De esta forma podemos ir observando la acumulación de grados y calcular el riesgo de heladas que puede sufrir el árbol después de la floración.

– La integral térmica también es utilizada para calcular los ritmos vitales de plagas y enfermedades. Insectos, hongos y bacterias también responden y se desarrollan en función de una integral térmica. De esta forma, según las previsiones meteorológicas podemos anticiparnos a la aparición de una plaga o enfermedad y hacer el tratamiento oportuno de forma preventiva.

La Universidad de California UC-Davis tiene una calculadora de grados día para poder calcular ciertos modelos agroclimáticos y modelos de predicción de plagas y enfermedades. Sólo sirve para los EEUU pero por lo menos da una idea de lo que se puede hacer con la integral térmica.

Como ven, algo tan sencillo como calcular una suma de grados, puede tener una gran repercusión en la toma de decisiones del manejo de un cultivo agrícola.

Fuente: agromatica.es

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Los peces son animales muy sensibles. Cualquier variación termométrica en el hábitat artificial de la pecera afecta a su bienestar. En época invernal, mantener los grados estables puede ser más complicado. Por ello, cambiar las rutinas y tomar ciertas precauciones resulta clave. Además, la disminución de horas solares en estos meses puede obligar a reubicar el acuario en otro espacio de la casa o suplir con iluminación artificial la carencia de luz. La alimentación también debe modificarse cuando llega el frío, ofreciendo a los peces una dieta rica en proteínas para favorecer el desarrollo de una mayor cantidad de grasa corporal. Repasamos los cuidados principales que debemos tener en invierno con nuestro acuario y sus habitantes.

1. Mantener la temperatura estable
Los peces son animales de sangre fría (ectotermos). Su metabolismo no genera calor y dependen del entorno externo para regular su temperatura corporal. En función de cómo sean los habitantes del acuario, necesitarán que el agua esté a una temperatura u otra:

para peces tropicales: el agua debe estar entre 24 y 25 °C.
peces de agua fría: el agua debe estar entre 15 y 20 °C.
Asegurar que el acuario esté en este rango térmico en todas las épocas del año es vital, sobre todo en invierno. Por fortuna, hay muchas soluciones para mantener la temperatura correcta del agua.

🐠 Calentador
Un calentador permite monitorizar los grados a los que está agua, ajustándolos si es necesario. Debe elegirse teniendo en cuenta los litros de capacidad del acuario: un truco sencillo para realizar el cálculo es hacer una equivalencia de litros y vatios (por ejemplo, si la pecera tiene 40 litros el calentador tendrá que ser de 40 W).

Es importante que el calentador tenga termostato para evitar grandes oscilaciones de temperatura en el agua. Asimismo, debe colocarse de modo correcto, sumergido en su totalidad, para evitar que los peces sufran cualquier accidente.

🐠 Termómetro digital
Aunque tengamos un calentador, colocar un termómetro digital en la pecera nunca está de más. Así, de un solo vistazo, podremos comprobar que el agua está dentro de los parámetros de temperatura adecuados para los peces.

🐠 Ubicación del acuario
La colocación de la pecera puede afectar a la conservación de la temperatura correcta del agua. Si el acuario está en una zona expuesta a corrientes de aire o próxima a una ventana, los grados descenderán con más rapidez y obligará al calentador a actuar continuamente.

Siempre que sea posible, ubica la pecera en un espacio soleado y ventilado. De esta forma, se beneficiará de la acción de los rayos solares como calentador natural.

2. Garantizar la luz
Los peces necesitan recibir luz diariamente, preferiblemente natural. En invierno, los días son más cortos, por lo que será necesario recurrir a la iluminación artificial para suplir esta carencia.

Las luces de tubos fluorescentes son las más habituales en los acuarios.
Las leds, más modernas, cumplen a la perfección con esta función y resultan muy económicas.
Utilizar un temporizador para evitar sobrexponer o infraexponer al animal a la luz es también interesante: si no cuidamos las horas de luz que recibe el pez, puede llegar a estresarse y, en casos extremos, morir.

cuidar pecera invierno
Imagen: Cody Wu
3. Ajustar la alimentación
Los peces, como muchos animales, cambian sus ciclos vitales en invierno, entrando en un estado de semiletargo. La temperatura del agua también influye: si baja demasiado, los peces estarán más adormilados y su metabolismo se ralentizará.

En principio no deben alterarse las rutinas de alimentación, ofreciéndoles comida a los peces dos o tres veces al día. Sin embargo, sí es importante cambiar la composición de los piensos escogiendo aquellos que sean más ricos en proteínas; de este modo, generarán una mayor cantidad de grasa corporal al animal. Lo idóneo es empezar con estos alimentos en otoño, para asegurar la adherencia de la dieta. En las tiendas especializadas pueden ayudarnos a hacer la mejor elección.

4. Rutinas de limpieza
El acuario debe mantenerse limpio en todas las épocas del año, incluido el invierno. Si no lo hacemos, podemos poner en peligro el bienestar de los peces, exponiéndoles a contraer enfermedades.

Comprobar el estado del agua de forma rutinaria es fundamental. Utilizar un kit para chequear con cierta regularidad la calidad del agua es la mejor manera de poner remedio antes de que sea demasiado tarde. Los filtros te ayudarán a mantener la pecera lo más limpia posible. Hay dos tipos de filtros:

Los sumergibles, recomendados para peceras más pequeñas y con pocos habitantes.
Los externos, que tienen una mayor capacidad de filtrado.
Hay que escoger el que sea más práctico para el acuario, siempre teniendo en cuenta sus litros de capacidad para que cumpla de forma adecuada con su función.

5. Chequeo visual al menos una vez al día
Además de las medidas anteriores, comprobar el estado físico de nuestros peces a diario es de gran utilidad para prevenir posibles problemas de salud. Si la temperatura y la iluminación son adecuadas, el agua está salubre y la alimentación es correcta, los animales nadarán felices y contentos en el acuario.

Sin embargo, si algo de lo anteriormente comentado falla, es muy probable que los peces muestren algún síntoma externo.

Si nadan solo en el fondo de la pecera y no se desplazan por todo el espacio, es que algo no marcha bien con la temperatura del agua.

El ladeo en el nado también es señal de que el pez está enfermo.

Fuente: consumereroski.es, Sonia Recio

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El suelo está compuesto por minerales, materia orgánica, diminutos organismos vegetales y animales, aire y agua. Es una capa delgada que se ha formado muy lentamente, a través de los siglos, con la desintegración de las rocas superficiales por la acción del agua, los cambios de temperatura y el viento.

el suelo

Los plantas y animales que crecen y mueren dentro y sobre el suelo son descompuestos por los microorganismos, transformados en materia orgánica y mezclados con el suelo.

Los minerales provienen de la roca madre, que se deshace lentamente. También pueden ser aportados por el viento y el agua, que los arrastran desde otras zonas erosionadas.

La materia orgánica es el producto de la descomposición de vegetales y animales muertos. Puede almacenar gran cantidad de agua y es rica en minerales.

Los microorganismos o pequeños organismos son de dos tipos: los que despedazan la materia orgánica (insectos y lombrices) y los que la descomponen liberando los nutrientes (hongos, bacterias). Viven dentro del suelo y, además de intervenir para que la materia orgánica sea nuevamente utilizada por las plantas, ayudan a pulverizar las rocas. Lombrices e insectos forman poros que permiten la aireación, el almacenaje del agua y el crecimiento de las raíces.

La importancia del agua y el aire en el suelo
Agua y aire ocupan los poros, espacios entre las partículas de suelo que se producen por las irregularidades de su forma y tamaño. La distribución y tamaño de los poros es importante. Una excesiva cantidad de poros pequeños origina suelos compactos, pesados, húmedos y un pobre crecimiento de las raíces. Demasiados poros grandes forman suelos sueltos que se secan rápidamente. Cuando más pequeño es el poro, más difícil es para la planta absorber agua de él.

Los organismos del suelo y las plantas necesitan agua para vivir. Las plantas la utilizan para mantener sus tejidos, transportar nutrientes y realizar la respiración y nutrición. El agua del suelo es absorbida por las raíces y utilizada en el proceso de fotosíntesis. La disolución de minerales y materia orgánica en el agua facilita que sean captados por las plantas.

Cuando el agua del suelo escasea, se detiene el crecimiento de las plantas, que llegan a marchitarse y morir. Un exceso de agua desplaza el aire del suelo. Este es importante porque aporta oxígeno para la respiración de las raíces. Además es la fuente del nitrógeno que transforman las bacterias, haciéndolo aprovechable por las plantas.

Formas de vida
En el suelo se multiplican miles de formas de vida, la mayoría invisibles para nuestros ojos. Una hectárea de tierra fértil puede contener más de 300 millones de pequeños invertebrados: insectos, arañas, lombrices y otros animales diminutos.

La tierra que cabe en una cuchara puede encerrar un millón de bacterias, además de cientos de miles de células de levaduras y pequeños hongos.

Todos las sustancias que forman el suelo son importantes por sí mismas, pero lo fundamental es el equilibrio adecuado entre los diferentes constituyentes.

La materia orgánica y los microorganismos aportan y liberan los nutrientes y unen las partículas minerales entre sí. De esta manera, crean las condiciones para que las plantas respiren, absorban agua y nutrientes y desarrollen sus raíces.

Lombrices, bacterias y hongos también producen humus, que es una forma estable de materia orgánica. El humus retiene agua y nutrientes y ayuda a prevenir la erosión.

el suelo

En resumen, el manejo sostenible del suelo debe estimular la actividad de los microorganismos, manteniendo o aportando una cantidad adecuada de materia orgánica.

¿Cómo se forma el suelo?
La formación del suelo es un proceso muy lento: se precisan cientos de años para que el suelo alcance el espesor mínimo necesario para la mayoría de los cultivos.

Al principio, los cambios de temperatura y el agua comienzan a romper las rocas: el calor del sol las agrieta, el agua se filtra entre las grietas y con el frío de la noche se congela. Sabemos que el hielo ocupa más lugar que el agua, y esto hace que las rocas reciban más presión y se quiebren. Poco a poco se pulverizan y son arrastradas por las lluvias y el viento. Cuando la superficie es en pendiente, este sedimento se deposita en las zonas bajas.

Luego aparecen las pequeñas plantas y musgos que crecen metiendo sus raíces entre las grietas. Cuando mueren y se pudren incorporan al suelo materia orgánica que es algo ácida y ayuda a corroer las piedras.

Se multiplican los pequeños organismos (lombrices, insectos, hongos, bacterias) que despedazan y transforman la vegetación y los animales que mueren, recuperando minerales que enriquecen el suelo. Este suelo, así enriquecido, tiene mejor estructura y mayor porosidad. Permite que crezcan plantas más grandes, que producen sombra y dan protección y alimento a una variedad mayor aún de plantas y animales.

¿Cuáles son sus características?
Las características de cada suelo dependen de varios factores. Los más importantes son el tipo de roca que los originó, su antigüedad, el relieve, el clima, la vegetación y los animales que viven en él, además de las modificaciones causadas por la actividad humana.

El tamaño de las partículas minerales que forman el suelo determina sus propiedades físicas: textura, estructura, capacidad de drenaje del agua, aireación.

Los gránulos son más grandes en los suelos arenosos. Estos son sueltos y se trabajan con facilidad, pero los surcos se desmoronan y el agua se infiltra rápidamente. Tienen pocas reservas de nutrientes aprovechables por las plantas.

Los suelos limosos tienen gránulos de tamaño intermedio, son pesados y con pocos nutrientes.

Los suelos arcillosos están formados por partículas muy pequeñas. Son pesados, no drenan ni se desecan fácilmente y contienen buenas reserva de nutrientes. Al secarse se endurecen y forman terrones. Son fértiles, pero difíciles de trabajar cuando están muy secos.
Los suelos francos
Los suelos francos son mezclas de arena, limo y arcilla. Son fértiles y al secarse forman pequeños terrones que se deshacen. Un suelo con una composición equilibrada de cada mineral es un suelo agrícola fácil de trabajar y con buenas reservas de nutrientes. Mantiene la humedad a pesar de drenar libremente.

Cuando los poros entre las partículas de suelo son muy pequeños, se favorece la retención de agua y el encharcamiento. La presencia de materia orgánica permite que el agua se impregne e infiltre lentamente, logrando así que las raíces la aprovechen mejor. A su vez, la presencia de materia orgánica permite limitar la pérdida de nutrientes y facilita que sean captados por las plantas.

el suelo

Los suelos no tienen una estructura uniforme: están constituidos por capas que se diferencian por el tamaño y composición de las partículas. La capa superficial es más compacta, se seca con rapidez y está poblada por pocos organismos, especialmente lombrices. Por debajo de ella, está el humus, donde se acumulan microorganismos y nutrientes.

Las propiedades químicas del suelo dependen de la proporción de los distintos minerales y sustancias orgánicas que lo componen. El contenido de nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio debe ser abundante y equilibrado. La materia orgánica siempre contiene carbono, oxígeno e hidrógeno, además de otros elementos. Al despedazar y descomponer las plantas y animales muertos, los microorganismos liberan los nutrientes permitiendo que puedan ser utilizados nuevamente.

Las propiedades físicas y químicas del suelo, unidas a los factores climáticos, determinan los vegetales y animales que pueden desarrollarse y la forma en que se debe cultivar la tierra.

La fertilidad en el suelo
Sabemos que para crecer las plantas precisan agua y determinados minerales. Los absorben del suelo por medio de sus raíces. Un suelo es fértil cuando tiene los nutrientes necesarios, es decir, las sustancias indispensables para que las plantas se desarrollen bien.

Las plantas consiguen del aire y del agua algunos elementos que necesitan, como el carbono, el hidrógeno y el oxígeno. Otros nutrientes esenciales están en el suelo: aquellos que los vegetales requieren en grandes cantidades se llaman nutrientes principales.

Son el nitrógeno, el fósforo, el potasio, el calcio y el magnesio. Proceden de las rocas que dieron origen al suelo y de la materia orgánica descompuesta por los microorganismos. Los nutrientes deben estar siempre presentes en las cantidades y proporciones adecuadas.

Un suelo es fértil cuando:
Su consistencia y profundidad permiten un buen desarrollo y fijación de las raíces.

Contiene los nutrientes que la vegetación necesita.

Es capaz de absorber y retener el agua, conservándola disponible para que las plantas la utilicen.

Está suficientemente aireado.

No contiene sustancias tóxicas.

Los suelos naturalmente cubiertos de vegetación conservan su fertilidad. Un ejemplo es el bosque: las raíces de los árboles sujetan la tierra, el follaje de las copas suaviza el impacto de la lluvia y la fuerza del viento. Las hojas secas que caen (hojarasca), junto con los animales muertos y sus excrementos, se pudren y son descompuestas por los microorganismos, formando humus.

El humus es un abono orgánico que enriquece el suelo, aumenta la porosidad superficial, absorbe el agua lentamente y la retiene. Así, el suelo permanece húmedo por más tiempo, el agua no se escurre por su superficie y no se produce arrastre de tierra.

La sombra de los árboles permite el desarrollo de otras especies vegetales que no pueden crecer a pleno sol, como los helechos, orquídeas, musgos y líquenes. Diversos insectos y pájaros se alimentan de sus frutos y ayudan a la multiplicación de las plantas colaborando en la polinización de las flores y en la diseminación de las semillas.

el suelo

Cubiertas vegetales
También protegen el suelo las praderas de pastos bajos y tupidos: las gotas de lluvia y los vientos llegan al suelo a través de las hojas que atenúan su impacto y la tierra se mantiene entre sus raíces entrelazadas. El suelo es rico en humus debido al constante aporte de materia orgánica.

Los terrenos cultivados gastan lentamente sus nutrientes y están más expuestos a la pérdida de suelo. El suelo arado opone menos resistencia a ser arrastrado por el agua y el viento. La erosión se intensifica en terrenos en pendiente y no protegidos por cortinas rompevientos y setos vivos, formados por árboles y arbustos.

Además, el producto de la cosecha se usa como alimento o como materia prima para algunas industrias y no regresa al suelo para enriquecerlo. Si no actuamos para reponer la fertilidad perdida, después de varios años de cultivo continuo la tierra se agota. Por eso debemos cuidar el suelo que cultivamos, incorporando abono y materia orgánica.

Si queremos sostener nuestro productividad, base de nuestro desarrollo, debemos proteger el suelo. Su degradación tiene numerosas causas, pero las que agotan rápidamente la tierra son la erosión, la contaminación, la sobreexplotación de los pastos y la destrucción de los bosques.

La erosión en el suelo
El suelo que utilizamos para la agricultura es una capa delgada que descansa sobre una base de rocas. Esta capa necesitó muchos siglos para formarse, pero puede ser destruida en pocos años si no se la usa con cuidado. Los suelos que se originan a partir de la roca madre crecen un centímetro en un período que puede durar varios cientos de años. Sin embargo, los terrenos pueden degradarse con rapidez, volviéndose estériles.

Además, sólo el 12% de la superficie de la tierra es fácilmente cultivable. Son más abundantes las zonas difíciles de trabajar. Los obstáculos posibles son varios: sequía por falta de lluvia, temperaturas muy bajas, suelos no fértiles por carencia de nutrientes minerales o por contener exceso de sal, terrenos siempre cubiertos de nieve o hielo o con pendiente muy acentuada.

Varios peligros amenazan el suelo: la pérdida de fertilidad, la contaminación y la desaparición del suelo mismo debido a la erosión. Muchas veces la pérdida de fertilidad o la contaminación acaban con la vegetación y el suelo desprotegido se erosiona rápidamente. Así, estos efectos se producen en la misma zona, uno después de otro.

La pérdida de fertilidad en el suelo
La pérdida de fertilidad y la contaminación se deben a cambios en la composición del suelo. Sabemos que para crecer la vegetación necesita nutrientes de los que se alimenta. Y que existen sustancias que son tóxicas para las plantas, que actúan como verdaderos venenos.

Las plantas absorben por las raíces determinados elementos, imprescindibles para su desarrollo, especialmente nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio y calcio. Estos minerales se reducen con los cultivos. Si no son reemplazados con el agregado de abono y materia orgánica, la fertilidad del suelo disminuye hasta agotarse.

La contaminación es otra forma de deterioro del suelo debida a sustancias químicas dañinas para la vegetación, los animales o para la salud humana. Puede estar causada por el agua de riego contaminada por letrinas y pozos negros o por desechos mineros o industriales. También contaminan ciertos insecticidas y herbicidas, que destruyen especies no nocivas e incluso perjudican la salud de las personas.

Más sobre la erosión del suelo
Se llama erosión al desgaste, arrastre y pérdida de partículas de suelo. Se produce por acción del agua y del viento sobre zonas no protegidas:

Las gotas de lluvia caen con fuerza sobre el suelo deshaciendo progresivamente su estructura. El agua, al escurrirse, quita partículas y nutrientes al suelo y los transporta a las zonas bajas. Los arroyos y ríos arrancan la tierra de las riberas. El material arrastrado se sedimenta y rellena cauces y embalses, aumentando la probabilidad de inundaciones.

El viento también arrastra partículas de tierra fértil, especialmente cuando está recién removida o en los períodos de sequía, produciendo en algunos lugares verdaderas tormentas de polvo.

el suelo

El suelo se mantiene debido a la capa de vegetación que lo cubre. Las hojas atenúan el impacto de la lluvia, del calor del sol y de los vientos fuertes sobre el suelo y las raíces ayudan a sostenerlo. El follaje que cae forma una capa de protección, y contribuye a la formación del humus.

Al disminuir la vegetación, disminuye el aporte de materia orgánica y la densidad de las raíces que ayudan a sujetar el suelo. Desciende la actividad de los microorganismos y el suelo pierde fertilidad. Asimismo, pierde porosidad y estructura, haciéndose más erosionable.

En resumen, cuando el suelo se empobrece y se reduce la vegetación que crece en él y ayuda a fijarlo, aumenta la erosión causada por la lluvia y el viento.

Otras causas que aceleran la erosión son la destrucción de los bosques, la labranza inapropiada y el pisoteo excesivo del ganado sobre un suelo limitado (sobrepastoreo).

La capa fértil
El arrastre de la capa fértil es mayor con las lluvias intensas y en las laderas no protegidas. El agua no alcanza a infiltrarse y fluye por la superficie cargada de partículas de tierra. Luego se concentra en chorros que cavan surcos de pocos centímetros de profundidad, en los que el líquido corre a mayor velocidad. En esta etapa la erosión ya causa graves daños, pero puede ser detenida con barreras de piedras, cultivando en andenes perpendiculares a la pendiente, sembrando pastos que cubran el suelo y construyendo zanjas de escurrimiento.

Si no se toman medidas adecuadas, los regueros se unen, aumenta su caudal y cavan barrancos que se desmoronan.

La tierra es arrastrada y se forman socavones o cárcavas. La situación es muy grave y no sólo hay que detener el agua en la parte superior, sino que es necesario proteger el suelo que todavía queda en los bordes del barranco, sembrando hierbas, arbustos y árboles para que sujeten el terreno con sus raíces.

Cuando la erosión avanza, el terreno queda surcado por cárcavas y desaparece la capa fértil. En las zonas bajas aumentan las inundaciones. La tierra transportada es lavada de sus nutrientes y mezclada con pequeñas piedras. Este sedimento recubre con una capa estéril las tierras de los valles, perjudicando los cultivos.

¿Qué debemos hacer para conservar el suelo y mantener su fertilidad?
La cantidad de tierra que disponemos para cultivar es escasa y debe ser usada cuidadosamente y aplicando medidas de conservación apropiadas.

Un adecuado manejo del suelo ayuda a mantenerlo, restaurarlo y a mejorar su calidad. Para asegurarnos buenas cosechas durante muchos años, es importante que sepamos qué es y cómo se produce la erosión. Además, debemos conocer y utilizar técnicas de cultivo que eviten la pérdida de suelo y conserven su fertilidad.

Los métodos usados para prevenir la erosión ayudan a sujetar el suelo, reduciendo el impacto del agua y del viento para evitar que lo arrastre. La pérdida de la fertilidad se combate reponiendo en el suelo los nutrientes y la materia orgánica que los cultivos y la misma erosión se llevan.

La pérdida de suelo es más intensa en zonas en pendiente porque en ellas el agua corre con más fuerza.
Para impedir que el agua y el viento se lleven partículas de tierra, podemos usar algunas técnicas que son muy eficaces a pesar de su sencillez. Se trata de prácticas para conservar el suelo y el agua.

Cuando cultivamos suelos de laderas, hay que realizar las operaciones de cultivo en sentido perpendicular a la pendiente o en curvas de nivel. De esta manera, cada surco actúa como una barrera que frena el movimiento del agua. Al disminuir la escorrentía superficial, la capa fértil no es arrastrada. Además, lograremos un mayor aprovechamiento del agua que aumenta su penetración al correr más lentamente.

La cobertura vegetal (pastos tupidos, residuos de cosecha), además de enriquecer el suelo, ayuda a protegerlo contra la erosión, especialmente en la época de lluvias. En la época de sequía, evita que el suelo se reseque, al disminuir la pérdida de agua por evaporación. Es posible sembrar cultivos de cobertura entre un ciclo agrícola y otro.

Asimismo, la utilización del rastrojo como cobertura ayuda a controlar las malezas y aumenta la materia orgánica y la fertilidad.

El viento y la lluvia
Para defender al suelo de la erosión provocada por el viento y la lluvia es necesario usar barreras. Pueden ser barreras vivas, formadas por franjas de árboles y arbustos de hojas perennes y crecimiento denso, transversales a la dirección del viento y a la pendiente del terreno.

También es útil construir barreras hechas con piedras para evitar que el agua se escurra rápidamente y arrastre partículas de suelo. La tierra retenida se acumula y es excelente para agregarla a los cultivos.

Las zanjas y acequias permiten capturar el agua de escorrentía, que puede ser acumulada allí (surcos de infiltración), o puede ser llevada fuera del terreno (zanjas de drenaje y canales de desviación) hacia tanques para almacenarla.

Las terrazas
Las terrazas o andenes: hay terrenos de pendiente muy acentuada, y en ellos la construcción de terrazas ayuda a que el agua se absorba, evitando que arrastre el suelo y lo erosione. Además se obtienen superficies planas y más profundas, lo que permite sembrar diversos cultivos. Pueden construirse pequeñas terrazas individuales y circulares, en las que se planta, generalmente, un frutal.

La labranza mínima limita la roturación del suelo a los surcos donde se va a sembrar. El resto del terreno queda sin tocar. Este tipo de labranza permite mantener la estructura del suelo, disminuyendo el arrastre ocasionado por la lluvia y el viento.

El control de cárcavas: las cárcavas son zanjas causadas por el agua, que socava el suelo y se lo lleva. Dificultan la agricultura y tienden a agrandarse, aumentando la erosión y los desmoronamientos de tierra. Para controlarlas, hay que detener el flujo de agua que las forma.

Después hay que intentar su recuperación, construyendo muros de piedras dentro de la cárcava para que se acumule tierra. También se pueden sembrar barreras vivas, por ejemplo, pastos. Para fijar sus bordes, se plantan árboles.

Es importante evitar el sobrepastoreo. Cuando se concentra el ganado, el pisoteo constante compacta el suelo. Al alimentarse selectivamente de los pastos que prefieren, estos desaparecen poco a poco.

el suelo

Conservación de la fertilidad
La conservación de la fertilidad se consigue reponiendo en el suelo los nutrientes y la materia orgánica que los cultivos y la erosión se llevan.

Prácticas que ayudan a conservar la fertilidad son la rotación de cultivos y los cultivos asociados.Rotar los cultivos es sembrar diferentes cultivos en un mismo terreno, durante años sucesivos. Cada especie utiliza con mayor intensidad nutrientes diversos y sus raíces llegan a distinta profundidad. Así, mientras un cultivo utiliza ciertos nutrientes, se están regenerando los nutrientes que tomó la cosecha anterior. Esta rotación ayuda también a disminuir las plagas, ya que al año siguiente no encuentran los vegetales que atacan específicamente.

La asociación de cultivos es la siembra de diferentes especies vegetales en un mismo año.Cada cultivo absorbe los nutrientes que necesita sin competir con los otros.

El maíz sirve de apoyo para que trepe el frijol.

La calabaza da sombra al suelo, conserva la humedad y evita que crezcan las hierbas.Si se siembra maíz, frijol y calabaza:

El frijol, que es una leguminosa, fija el nitrógeno, enriqueciendo el suelo.

La importancia de la materia orgánica
Reposición de materia orgánica. Esta reposición puede ser natural, cuando se deja descansar el suelo y se espera que crezca nuevamente la vegetación. Pero también es posible enriquecerlo usando composte, agregando estiércol de los animales o enterrando los restos de las cosechas. Otra posibilidad es usar abonos verdes, como el chocho o tarwi, cultivos que no se recogerán porque sirven para nutrir los suelos. Se entierran en la época de floración, que es cuando acumulan la mayor cantidad de nutrientes.

La materia orgánica del suelo no sólo lo enriquece de nutrientes, también lo hacen más esponjoso, lo que permite que retenga la humedad y esté mejor aireado.

Plantación de leguminosas: algunas plantas como el frijol, el garbanzo, las habas, la alfalfa, el trébol, la soya y las acacias tienen en sus raíces nódulos con bacterias que toman el nitrógeno del aire y lo fijan en el suelo. De esta manera, el nitrógeno es utilizado como nutriente por otras especies.

Los fertilizantes minerales pueden ser usados pero siempre con moderación y precaución al aplicarlos. Es necesario conocer previamente qué mineral falta en el suelo y agregarlo en las proporciones necesarias para las plantas que deseamos cultivar. Si se usan en exceso pueden dañar los cultivos y matar a los microorganismos del suelo.Debemos recordar que son compuestos químicos que tienen los nutrientes necesarios para las plantas, pero no mejoran la calidad del suelo porque no contienen materia orgánica, como los abonos verdes, el composte y el estiércol.

Otras soluciones
Cuando la erosión es muy avanzada es necesario encontrar soluciones que abarquen la cuenca en su totalidad. El agua debe ser detenida en las zonas donde cae, porque la pendiente contribuye a que aumente su fuerza y velocidad y destruya las obras de protección.

Fuente: fao.org

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